Es fake. Tal vez. O no. Antes de confirmar o desmentir la cuestionada información, vale aclarar un significado doble de “cogotear”: para muchos estirar el pescuezo al mejor estilo argentino como forma de sobresalir desde un mismo nivel y hacerse notar especialmente, mientras otros reconocen al verbo como el acto de tomar a alguien del cuello y zarandearlo. En el hecho a discutir vale la segunda acepción y corresponde a un episodio vinculado a la disputa por la privatización o ajuste de la empresa Aysa.

Como los sindicalistas locales suelen defender su statu quo con excitación y violencia, le endilgan al veterano dirigente gremial José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) una confrontación exagerada con el jefe de Gabinete, Nicolás Posse. Parece que luego de ese encuentro, el gobierno desistió de continuar en sus planes más radicales para reformar la compañía. Guapos no solo eran los de antes.

El dato sobre esa reunión conflictiva, en todo caso, no proviene del hierático ingeniero Posse, más bien ensimismado en distintas tareas debido a que suele resolver, con su mano derecha José Rolandi —otro de los filántropos que trabaja en el Estado en forma ad honorem—, por las diversas concesiones que el ministro del Interior les promete a los gobernadores en el trámite “político” de sus funciones.

Se hizo fama de que Posse finalmente ejecuta lo que compromete Guillermo Francos. Si quiere. En cuanto al episodio de marras, fake o no, circula en exclusivas tribus sindicales con el gracejo y complicidad de quienes recuerdan la pasión que otrora los representantes obreros ejercían sobre los funcionarios de turno. Volviendo a los 70 de hierro.

Como Lingeri, por razones de edad, proviene de esos períodos turbulentos, quizás le cabe la verosimilitud del caso. Según cuentan, hubo discusiones acaloradas en el primer piso de la Casa Rosada, donde el gremialista le objetó a Posse los propósitos privatizadores, la contención de obras y paritarias, al tiempo que se enardecía por cortes específicos del presupuesto.

Vale recordar en estos temas su amistad con el “señor Cloro”, Mauricio Filiberti, un verdadero “hermano del alma”, promovido en las revistas del corazón por gustos de jeques, megamillonarios que estacionaban en Mónaco con envidia sus embarcaciones ante los cinco pisos de la nave del empresario argentino (quien, generoso anfitrión, llevó a pasear por varios días a la esposa de Mauricio Macri y, luego, a la hija de una presentadora de tv, legendaria, quien suele preguntarle a sus invitados en forma capciosa ¿de qué trabajas?”. Nunca se lo vio a Filiberti en esa mesa.

La mención a Filiberti —también amante de las Ferrari, como uno de sus hijos piloto de carreras, con algún tiempo dedicado a su participación societariamente en Edesur— se relaciona con la pelea Lingeri-Posse debido a que el “señor cloro” (así catalogado por el cuasi monopolio de contratos que logró por décadas en Aysa con la venta de hipoclorito de sodio) apareció en el altercado debido a que el gremialista se irritó al enterarse de que Aysa iba a prescindir de ciertos proveedores y que en ese apartamiento quedarían expuestos al despido alrededor de 400 trabajadores.

Ya enfurecido, sin satisfacción por las respuestas de Posse, en el medio de la trifulca oral se lanzó a “cogotearlo” al jefe de Gabinete en el sentido de manotearle las solapas del traje. Esa sola fotografía advierte sobre la tensión del momento, más el comentario posterior al manoseo típico de las novelas policiales. Habría dicho: en otros tiempos, el que pretendía tomar estas medidas aparecía flotando en el rio. En voz alta, claro, esa nostálgica reflexión se le atribuyó quizás falsamente a Lingeri, hombre que en público y más diplomáticamente afirma que “el agua no se negocia”.

Se advierte entonces que la reforma laboral, presunta causante del paro general de este jueves, implica otras cuestiones. Tan crematísticas como la pérdida salarial. Y a pesar de que la Administración Milei desvió su ruta y evitó posarse sobre las obras sociales, no elimina la personería jurídica, no toca los convenios colectivos ni, menos, la cuota sindical. Apenas si avanza en la cuestión de las multas gigantes en los juicios del fuero laboral que, hace unos meses, la Corte Suprema ya se encargó de limitar.

Igual siguen disconformes CGT, Moyano y otros revoltosos, como los titulares de los Registros de Automotores —todos beneficiarios del sistema político de privilegios—, una verdadera legión de oficinas en todo el país que ahora se reducen al 60% por decreto. Si bien hay quienes aceptan la medida y se hacen cargo del personal y sus indemnizaciones, no desean siquiera salir en las noticias, otros alegan injusticia e inician causas por indemnización al Estado, la mayoría concurre al estudio del constitucionalista García Lema, 500 dólares la iniciación del trámite.

Oposición funcionalista

Gente enojada como Lingeri —quien discutió largamente con Miguel Pichetto para que éste intercediera con el gobierno, pero sin “cogotearlo” al diputado— se desvela por propios intereses y capítulos de la mínima reforma laboral dentro de la Ley Bases, hoy a punto de caramelo o para quemarse en el Senado. El proceso de esta norma es más vasto y ocupa en particular a los gobernadores, quienes curiosamente no son observados como “casta”, al revés de quienes los representan por las provincias.

Son estos jefes quienes negocian, se reúnen, forman ligas, reclaman por obras y hasta por derivaciones de la ley. Inclusive, contemplan alternativas como cambiar el pago de ganancias solo para los trabajadores debajo del rio Colorado o, más específicamente, para quienes sirven en los yacimientos, de tal modo que no tengan las mismas prebendas aquellos de una misma empresa que trabajan en oficinas de la Capital Federal. Simpáticos los escenarios en los que discuten y los protagonismos de ciertos jefes provinciales.

Por ejemplo, el correntino gobernador Gustavo Valdés no deja de sorprender a sus colegas, suele pronunciar los más encendidos y extremistas discursos contra el gobierno, le colgaron apelativos por díscolo y rebelde (es nuestro Che Guevara, bromean) aunque les cueste entender que en el epílogo de todas las negociaciones con el gobierno siempre este radical vota a favor. Esto tampoco es fake.

(Perfil)