Más fácil encontrar agua en el desierto que una cita de Javier Milei sobre un pensador de izquierda. Salvo insultos. En su lista de preferidos abundan los Rothbard, Von Misses, Hayek, Friedman, liberales, ácratas o libertarios y, como es creciente su enumeración, en cada discurso anota uno nuevo. El ultimo: León Walras, un matemático francés de hace 150 años. Se supone que, en carpeta, todavía habrá convocatorias a figuras señeras como Henry Thoreau. Será necesario esperar la reivindicación de este olvidado. Milei, a su favor, introduce un ejercicio docente que ilustra a la población, poco común, que tal vez detesta los Baradel y Cía. Pero las notificaciones de nombres y teorías de la Casa Rosada acaban de cambiar de dirección para asombro general: en una aparición reciente, el mandatario recordó casi con amor a un autor socialdemócrata cercano al marxismo: Bertolt Brecht. Sin mencionarlo, apeló a una frase que hizo famoso el filósofo: “Robar un banco es un delito, pero más delito es fundarlo” (La ópera de tres centavos). Mudo de piel Milei para atacar a un banco que había ejercido el derecho de ejecutar un put millonario que, a su juicio, había desestabilizado la demanda de dólares, levantó su precio y agrandó la brecha.
La operación financiera del Banco Macro, además, fue imputada por el Presidente como una maniobra dirigida por su exrival en las elecciones, Sergio Massa, con el propósito de abreviar el mandato presidencial a través de una crisis económica. Golpes. Antes de Milei ya se había expresado en el mismo sentido el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, quien junto a su jefe prefirieron cobijar el pensamiento de Brecht contra los bancos en lugar de preservar lo que firmaron en el pacto de Tucumán como juramento: no atacar a la propiedad privada (más cuando el mismo banco aún debe tener una provisión de puts semejante a la que ejecutó y cuando el resto del sistema bancario podría pensar en hacer lo mismo). Olvidó Milei sus propios fundamentos liberales e incorporó una pobreza informativa a sus consideraciones: Massa, quien sigue aplazando su decisión por reaparecer en público mientras no registre peso en la balanza, hoy carece de influencia en cualquier instituto financiero que se interesa en ganar plata. Como todos los bancos. Podría corroborarlo Milei si consultara, por ejemplo, a uno de sus más encariñados ministros/as: sus referentes informativos son más restringidos. También podrían precisarle que, al revés de sus supuestos, el desarrollo clave de ese banco se realizó en tiempos del alfonsinismo, no con los Kirchner, que hasta le prometieron un castigo público a sus dueños apenas asumieron el poder. Quizás una amenaza para luego acercarlos a su lado.
El nervioso mensaje político de Milei por lo del put ejercido, más el no pago de la deuda de Cammesa disfrazado como una “renegociación” (hecho que se vivió con levedad), han afectado mercados y tipo de cambio. Para mal. Aunque no disminuyen la estatura internacional del mandatario, quien en la exclusiva reunión de este fin de semana en Idaho (EE.UU.) –ni siquiera se permiten fotografías entre los asistentes–, en la que los mayores megamillonarios lo han convocado para escucharlo: insólito, alguien que vivía en un tres ambientes les brinda clases a los más ricos del mundo, a los dueños del mundo. Lo aplaudieron a rabiar ayer después del mediodía, y el Presidente admitía que ese encuentro quizás era más importante que Davos. Acaso parezca un proyecto personal de crecimiento y figuración, pero Milei también ofrece una alternativa para prometer desregulaciones de todo tipo y eliminaciones tributarias siempre que algunos de esos empresarios decidan asentarse en la Argentina. Idea de Demian Reidel, su jefe de asesores ahora compartiendo el viaje. Se promueve, por ejemplo, un clima para favorecer cambios de sede o instituciones, como ocurrió con Irlanda, aunque esas medidas a veces no han sido tan ventajosas como se las imagina. Pero Milei sueña, con criterio, aunque ninguna inversión suele resolverse quince días y, como afirma un experto en petróleo, Chevron invirtió en el último lustro en la Argentina unos cinco mil millones de dólares a pesar del cepo y del gobierno dirigista de Cristina, quien supo adaptarse a cierta realidad energética.
La quimera de Idaho tropieza en el regreso al Sur con obligaciones más próximas: la falta de ingresos en el tercer trimestre y la curiosidad de que el ministro Luis Caputo no ha conseguido todavía un crédito de diez mil millones de dólares para cruzar un charco, lo que era pan comido para su profesión. Y a pesar, incluso, de que alguien le había dicho a Milei –y este lo anunció durante la campaña– que sería sencillo en su gobierno obtener un préstamo por 30 mil millones de dólares. Para colmo, una de las posibles fuentes, el FMI, no solo plantea exigencias, sino, como es costumbre en la Argentina, revela peleas de sus principales funcionarios con la legión oficial de la Argentina. Pasó con Cavallo, paso con Kicillof, Caputo es una continuidad reclamando la cabeza de Rodrigo Valdés, un chileno que logró la adhesión del organismo para seguir en el cargo y renovar las objeciones a los planes del Gobierno en términos cambiarios y fiscales. Ni les interesa, en apariencia, que la Administración Milei amenace con una vuelta olímpica por haber bajado la inflación en menos tiempo del anunciado. Pueden reconocerlo, pero lo pasado, pisado.
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