Donald John Trump juró como el 47º presidente en la historia de Estados Unidos con la promesa de abrir una “era dorada”, crear un país próspero, libre, más fuerte, y poner punto final a lo que llamó el dominio de un establishment “radical y corrupto” que llevó a la primera potencia global a la decadencia.
El discurso inaugural de Trump, que brindó ante unos 800 invitados en el Congreso, entre ellos, el Presidente Javier Milei, dejó además un huracán de anuncios que su nuevo gobierno comenzará a implementar desde el primer día, incluido un cierre virtual de la frontera con México y el envío de tropas, la declaración de una emergencia energética para ampliar la producción de petróleo, el reconocimiento de sólo dos géneros -masculino y femenino-, y el compromiso de una ofensiva para recuperar el control del canal de Panamá.
“La era dorada de Estados Unidos comienza ahora mismo”, anunció Trump, en la primera frase de su mensaje luego de prestar juramente ante el presidente la Corte Suprema, el juez John Roberts.
“Nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera, valiente y libre. Estados Unidos pronto será más grande, más fuerte y mucho más excepcional que nunca”, prometió.
Fiel al mensaje y al estilo que forjó durante los últimos ocho años desde su irrupción en la alta política, Trump cargó contra el establishment –la “casta”, en el lenguaje de Milei–, y dijo que tenía un “mandato” para revertir total y completamente una “horrible traición” de la clase gobernante al pueblo, y recuperar una prosperidad perdida.
“Mi reciente elección es un mandato para revertir total y completamente una horrible traición y todas estas muchas traiciones que han tenido lugar, y devolverle al pueblo su fe, su riqueza, su democracia y, de hecho, su libertad”, dijo Trump.
“A partir de este momento, la decadencia de Estados Unidos ha terminado”, anunció.
El mensaje inaugural de Trump tuvo un tomo similar al mensaje que brindó en su primera inauguración a principios de 2017, cuando que su llegada al poder marcaba el fin de una “carnicería americana”. Pero si bien el discurso tuvo el mismo aura restauradora, dejó esta vez una nueva ambición –anunció que le cambiará el nombre al Golfo de México por “Golfo de América”, además de dejar en claro su intención de tomar control del canal de Panamá– y un abanico de acciones precisas, concretas. A diferencia de su primera presidencia, Trump es ahora un presidente experimentado que gobernará con un gabinete de leales, tiene el control absoluto del Partido Republicano y del Congreso, y regresa al Salón Oval reivindicado y fortalecido por su triunfo en la última elección presidencial.
“En los últimos ocho años, me han puesto a prueba y me han puesto a prueba más que cualquier otro presidente en nuestros 250 años de historia, y he aprendido mucho en el camino. El camino para recuperar nuestra república no ha sido fácil, eso puedo asegurarles”, afirmó, y después recordó el intento de asesinarlo durante la campaña.
“Fui salvado por Dios para hacer a Estados Unidos grande de nuevo”, dijo.
Lo escuchaban su familia, cuatro expresidentes –Joe Biden, sentado en la primera fila, Bill Clinton, Barack Obama y George W. Bush–, miembros de ambas Cámaras del Congreso, integrantes de su futuro gabinete, y los tres hombres más ricos del mundo: Mark Zuckerberg, Jeff Bezos y Elon Musk, invitados de lujo que se sentaron en la segunda fila en el escenario, por delante incluso del gabinete trumpista.
La jura contó con la presencia inédita de mandatarios extranjeros, entre ellos, Milei, a quien se vio charlando animadamente, intercambiando risas con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.