Anotar dos nombres frescos y mortificantes para el gobierno: Gita Gopinath, vicepresidente del Fondo Monetario Internacional, e Ilan Golfand, a partir del 3 de enero nuevo director del Hemisferio Occidental del organismo. Serán de mención frecuente en la Argentina, futuros moscardones del proceso económico de los Fernández.
Ambos, economistas reconocidos, de prestigio. Una, eminencia indonorteamericana de Harvard y cercana al Tesoro norteamericano, el otro un brasileño-israelí que compartió con Armínio Fraga la imposición de un limite al gasto del gobierno de Temer y lo salvo de una brutal crisis económica. Esa medida hoy no figura en el presupuesto kirchnerista.
Más de un sabio afirma que ninguno de estos dos funcionarios suscribirá un acuerdo con la Casa Rosada que no sea técnicamente sustentable. Se supone. De ahí que ya empezaron los rechazos a la planilla de Excel que presentó Rigo, uno de los colaboradores del ministro Guzmán, que viajo a Washington para la confrontación de números.
Los dos profesionales de la economía, junto al plantel de la línea, parecen hoy un impedimento para cualquier pacto con el país. A menos que lo destraben las grandes naciones por razones políticas.
El otro obstáculo proviene del lado local: Cristina de Kirchner, quien dice no poseer la lapicera, dejo trascender —por lenguaraces de su mínimo entorno— que no firmara ninguna de las condiciones planteadas por el FMI. Sin embargo, para el Presidente Alberto no existe el intríngulis: asegura que esta cerrado el entendimiento. Así lo confiesa el creyente.
Confuso el cuadro que la magia de la política quizás no pueda dilatar, postergar o desviar.
Se suceden los acontecimientos en la semana: mañana viernes habla Cristina en Plaza de Mayo, en un acto preparado por la propia “platita” de La Cámpora o del gobierno, difícil que en esa evocación sobre la vuelta a la democracia le diga orgullosa a la multitud: “Le vamos a pagar al Fondo”. No es Nicolás Avellaneda. Tal vez convierta en hablante su ultima carta escrita, parece difícil también que se convierta en una Pasionaria.
Para la ocasión, Alberto tampoco se podrá desmarcar del mensaje de su protectora, siempre basado en “no pagar con el hambre del pueblo”. Y por si fuera poco, el marco de pretensión socialista se completa con Lula como tercer orador, haciendo su propia campaña presidencial y de líder regional, cuestionando el lawfare que a él le significó cárcel por un semidiós contrafrente mal declarado. Igualito a la familia Kirchner, a la que le cuestionan miles de viviendas, edificios y hoteles.
Esa presencia en la plaza fastidia a Bolsonaro, quien rabioso cuestiona la falacia de los Fernández sobre la no injerencia en otros países. Por el contrario, ya demostró el dúo rosado su discriminación diplomática al criticar al candidato chileno Kast o apoyar en marchas al gobierno boliviano, mientras se ignoran tropelías en Nicaragua o Venezuela.
La congregación de mañana tendrá su testimonio en la pantalla al ser parte del documental que realiza Oliver Stone sobre Lula: el director norteamericano se ha vuelto un especialista en este tipo de lisonjas cinematográficas, presuntamente progresistas, ya procedió de la misma forma con otro panegírico film sobre Putin. Rinden estas experiencias más que Hollywood. Quizás Stone sirva de enlace para juntar al líder ruso con Alberto, una pretensión del argentino, agradecido por la Sputnik V y por la llegada de una misión empresaria interesada en financiar la compra de artículo rusos por la Argentina. Lo que vulgarmente se llaman “créditos atados”.
El acto, además de las derivaciones económicas, lo coloca al mandatario argentino en otra complicación. Política, claro. Ocurre cuando Joe Biden invita a mas de cien gobiernos democráticos del mundo, excluyendo a China, Rusia y Venezuela —entre otros— para opinar sobre la evolución del sistema en el mundo. Justo hoy y mañana.
Alberto dudo en participar o no del zoom con Biden, ya que la manifestación en Plaza de Mayo amenaza parecerse a la contracumbre que montó Chávez con Néstor Kirchner y el adorno de Maradona en tiempos de la visita de Bush, en Mar del Plata. Y no sería grato enfurecer a quien podría ser gravitante para facilitarle vencimientos y obligaciones al país en el FMI.
Mientras, la semana próxima volverá con noticias la delegación enviada a Washington y el próximo lunes, en Diputados, Guzmán brindará explicaciones sobre su Presupuesto y el Plan Plurianual que negocia con el organismo internacional. Interesa su exposición y su talento contable —ha sumado como si fueran reservas 12 mil millones de dólares que le habrían prometido institutos como el Bid o el Banco Mundial— para enfrentar a nuevos legisladores que estrenan banca: Milei, López Murphy, Espert. Tal vez sea divertido este ejercicio en medio del clima tórrido.
Se prevé discurso del ministro publicitando la recuperación económica de este año —sorpresa que hasta halaga el FMI—, y bastante sarasa sobre la forma en que se acumularán reservas y como se financiará el déficit, las grandes inquietudes de los examinadores. Quizás, para la excesiva brecha cambiaria, devaluar 30% y aplicar retenciones a todas las exportaciones para compensar.
Detalles para un proyecto complejo que, de aprobarse en el plano local y externo, tampoco garantiza estabilidad. Es que el récord de las exportaciones y pagando el gas barato, entre otros indices favorables favorables este año, a la Argentina igual nada le alcanzo y volaron los dólares. Pero Cristina sostiene que no se debe ajustar, Guzmán la replica junto a Alberto y la CGT cree que será cierto.
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