La extraordinaria ola de calor que atraviesa el país se hizo sentir en el comienzo de la segunda mitad del Festival Nacional de Doma y Folklore. Pasadas las 18 del miércoles, Jesús María todavía registraba el letargo de una jornada atípica, que con el correr de las horas dio lugar a una de las noches más esperadas de esta edición. Una en la que se destacó la actuación de Abel Pintos y una profunda comunión entre el bahiense y su público.
Minutos después de la 1.30, y luego de un pequeño bloque en el que se presentó Joaco, ahijado artístico de Pintos, llegó el turno del bahiense. A esa altura cerca de 10 mil personas habían pagado su entrada. El número principal de la noche fue recibido con una platea colmada, que se levantó precipitadamente con el arranque de Aquí te espero. Pintos apareció en escena tocando la guitarra y con un impecable traje azul grisáceo combinado con zapatillas deportivas.
Luego de Ya estuve aquí, llegaron las dos primeras piezas de El amor en mi vida, su decimotercer álbum de estudio lanzado el año pasado. Primero fue Quiero cantar y luego Espejo, uno de los temas centrales de esta nueva placa. En ese tema, mientras Pintos bailaba con unos sintetizadores de fondo, la referencia a Coldplay fue casi un espejismo. ¿Era Abel o era Chris Martin la persona que se movía agitando los brazos en el escenario?
Antes de continuar con el repaso por su más reciente material, Pintos se tomó un minuto para aclarar su situación particular. Fiel a su estilo, el cantante explicó que tenía resentidas sus cuerdas vocales y que eso hacía que este show en especial fuera diferente para él. Sin embargo, añadió: “No me siento como en cada recital, pero voy a estar aquí dando el 100%”. También ahí aprovechó para dedicarle el concierto al baterista Martín Carrizo, fallecido en las últimas horas.
Una versión desnuda de Sin principio ni final despertó un fuerte reconocimiento del público que hizo emocionar al cantante. Tras varios segundos de contemplación de parte él, el show siguió su curso pero algo pareció cambiar internamente en Pintos. Algunas canciones más tarde, al promediar la actuación, Pintos parecía más enchufado que nunca. Si no hubiera hecho la aclaración sobre sus cuerdas vocales pocos lo hubieran notado al menos por la energía desplegada por el cantautor.
Después de superar la emoción del comienzo, el bahiense se destacó en sus interpretaciones de Cactus, la zamba Sólo canto por vos y Asuntos pendientes. En varios momentos del espectáculo recordó, además, el esfuerzo puesto detrás de festivales como el de Jesús María, que motorizan a toda comunidad no sólo desde lo cultural.
Luego, se puso su ya clásico sombrero e inicio el fragmento más ecléctico y agitado del concierto. Entre un registro más latino y algunos clásicos desempolvados de sus primeros discos, el músico bailó, disfrutó y se sorprendió con El hechizo, Camina (suave y elegante), Cuántas veces, Crónica, El alcatraz o Y la hice llorar. Su banda y sus dos coristas (Mery Granados y Antonella Giunta, fundamentales en este nuevo show) lo secundaron en sintonía y demostraron también que el artista tiene repertorio “para tirar manteca al techo”.
Sobre el cierre llegaron Pájaro cantor, Motivos y los bises Juntos y Piedra libre. Esa última canción, que abre su mas reciente placa, quedó reverberando en el ambiente mientras Pintos y sus músicos saludaban al público. Aunque el bonaerense ha sabido convocar en este mismo recinto a más del doble de asistentes, este regreso al festival de Jesús María fue recibido como una caricia al alma. Mientras tanto, él sigue confirmando que, como los buenos vinos, el paso de los años y su respectiva madurez le sientan cada vez mejor.