No es más “Sergito” para ella. Apenas “Sergio”. Como la devaluada transición moral de “Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot”, doloroso tango que, en sus versos, agrega sobre el cambio de conducta y vida de la buscona: “Entre el humo de los puros y el champagne de Armenonville”. Lo del humo no es una casualidad de Cristina para volver al nombre original de Massa, el titular de Economía. Pasó de aquel cariñoso diminutivo al mustio bautismo original. Una razón: “Sergito” le prometía una inflación comenzando en 4 (3 para el gran público) y “Sergio” terminó con un índice que a los tumbos navega entre el 6 y el 7.
No ha sido la única decepción de la vice, también reprueba la negociación con el FMI. Peor se puso en las últimas horas: el operativo de Massa sobre los bonos en dólares de los jubilados le provoca insomnio. Desazón, por lo menos. Angustiada, como Alberto, le han cuestionado al ministro las medidas. Respuesta: hacemos esto o vamos a una inflación récord. Y, si no alcanza, le pedimos a los chinos. Como si fuera barato.
Cierra los ojos la vice y persiste en el apoyo a “Sergio Candidato” —como ya amenazan algunas pintadas callejeras— y a su conservación como ministro por encima del Presidente Fernández. Lo necesita vigente y procede al revés de lo que expresa La Cámpora, su núcleo más cercano: esa aristocracia del poder público pugna por minimizar a Massa, apartarlo, y que la viuda de Kirchner protagonice el bólido partidario a la Casa Rosada en las próximas elecciones. Habrá que ver si los halagos de la multitud en actos futuros le cambian el pensamiento. Finalmente, ella se debe al pueblo. Cree.
Con ese fin, se viene la sucesión de concentraciones para endulzarle el ego a la dama con cánticos cesaristas, como la última presentación televisiva (reunión de derechos humanos) en la que reinó sobre otros colegas del destierro. Más monarca que nunca. Un dato curioso de esa reunión. Hubo multitud de quejas por la acción judicial, el lawfare, que la castiga a Cristina y a otros ex mandatarios de corte popular por razones políticas, según ellos.
Nadie explica, sin embargo, la razón por la cual ese lawfare no se aplica en Uruguay, donde no acosan con juicios ni cárcel, menos con denuncias mínimas de corrupción, al ex Presidente Pepe Mujica —presente en las deliberaciones—, líder de izquierda que supo convocar multitudes y nadie le atribuye hoteles, campos, cuentas bancarias o viviendas. Tampoco le han denunciado a colaboradores que de la nada se enriquecieron traficando valijas con dinero o apartamentos de ensueño en la Florida. No todo tiene que ver con todo, como dice Cristina.
Ahora la vice duda en torno a su eventual retiro: aguarda próximas jornadas de añejamiento para tomar una decisión, un mes, dos. Como Mauricio Macri, quien promete expedirse en mayo sobre su nominación. Así le ha prometido a varios de sus empecinados colaboradores que no se resignan a una deserción prematura. Se alinean los planetas a favor de Macri, pero él parece determinado a no postularse.
Un guiño, como corresponde a un veterano en esas lides, le acaba de hacer a la pimpante senadora Carolina Losada en Santa Fe: le explicó que no pensara en acompañarlo en una fórmula presidencial y que, en cambio, se dedicara a incentivar su campaña a la gobernación de la provincia.
Mutis por el foro del ingeniero, al tiempo que lo preocupa e indigna Rodríguez Larreta por presunta desatención de la Capital Federal (temor a una derrota en la interna de la coalición si habilitan la participación de Lousteau) y cierta aprehensión por actitudes insolentes de Patricia Bullrich: estima que ella consulta poco y, sobre todo, opera sobre cuestiones que lo afectan.
En ese sentido, como ya se advirtió en estas columnas, insiste en que el ex ministro Garavano regrese a ese cargo en el caso de que triunfara la Bullrich. Ella no está convencida, debe pensar que Garavano no resuelve nada, lo tuvo de compañero de gabinete. Cierta inquietud judicial domina a Macri, con un centenar de denuncias judiciales (Cristina lo supera en unas 500), tres o cuatro de cierta complejidad. A ver si en un próximo gobierno, inclusive de su simpatía, él también debe acudir al lawfare, convertido en una Cristina postiza y la Bullrich —si ganara— en una falsa Alberto Fernández prometiendo sin hacerlo en disipar conflictos en tribunales.
A propósito de este tema, el ingeniero revela hoy una indisposición monumental por quien fuera su consejero jurídico, Pepín Rodríguez Simón. Tampoco quiere hablar ni ver a Mario Quintana, su ex subjefe de gabinete. Tarde se dio cuenta para odiar.
Cavila intranquilo Macri por otra presencia: Javier Milei, al que le asignan fortaleza y crecimiento en encuestas de todo el país y en provincias que el economista ni siquiera visitó. Agradece que la Bullrich haya acordado cierto entendimiento con Ricardo López Murphy, confiando en que esa presencia liberal atrape a electores presuntos de Milei. Le comenta su zozobra a los dos aspirantes del PRO, escuchó la confesión del propio libertario, quien además de no consentir un acuerdo con el radicalismo, también se negara a negociar con el intendente porteño.
La UCR, al mismo tiempo, sostiene que Milei es un límite infranqueable para el partido: nunca le perdonará la fracción alfonsinista que lo acusara de golpista al expresidente (en combinación con Duhalde para voltear a De la Rúa), al tiempo que lo trataba de hijo de puta y juntaba críticas sobre la performance económica de esos tiempos.
Ese abismo no lo puede salvar Macri ni Patricia por más que se comuniquen con Milei. Ambos, quizás con disgusto, priorizan la sociedad con el radicalismo. Ni hablar de Rodríguez Larreta, quien más de una vez pensó en llevarlo a Gerardo Morales como segundo. Se siente con tanta afinidad ahora con la UCR que, a veces, hasta puede considerar que podrían ser más amigos suyos que el mismo Sergio Massa. Pero todos saben que eso es imposible.
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