Se viste Patricia Bullrich con un abrigo adicional de economistas, el equipo que aconsejaba a Horacio Rodríguez Larreta. De Hernán Lacunza y Guido Sandleris a Prat Gay, en reserva podría quedar la definición de Carlos Melconian, con un proyecto propio o de la Fundación Mediterránea, hoy bajo el sol de Miami: pide lo que no le dan para incorporarse ante la eventualidad de ser ministro (controlar Economía y Banco Central, obstinación poco explicable para quien habla de un BCRA independiente del Ministerio). Ella no consiente en apariencia, se molesta cuando le imponen condiciones. Mujer difícil, repiten. Para él, en cambio, no tiene costo apostar a la candidata: si gana, dirá que es por su apoyo; y, si pierde, seguro que no le echaran la culpa, aunque más de uno recordara otras adhesiones truncas.
La foto de este viernes, con invitados especiales como Horacio Liendo con su iniciativa sobre el bimonetarismo, supone algo más que un refuerzo escénico a la floja performance de la dama en las últimas elecciones: será el cierre también de su bocaza por las poco agraciadas declaraciones que ha formulado sobre economía, a contramano de su propio espíritu. Por ejemplo, la fijación de salarios a dedo del gobierno o la última deshilachada explicación sobre el fin de las retenciones.
Ningún anuncio técnico en la cumbre, solo la continuidad formal de Luciano Laspina como coordinador general, a quien ya bajaron de la posibilidad del Ministerio: requieren otro peso para el denominado por ellos “scrum económico“ (como se sabe, ese pack del rugby demanda fortachones de 100 kilos y Laspina registra menos de 70 en la balanza). Evitan las definiciones, aunque algún atrevido lenguaraz ya sostuvo que ella no piensa en privatizar YPF, bajo la excusa de que “no da pérdida”.
Se trata de un concepto discutible y, lo peor, de una tontería informativa. Por la última devaluación, la empresa perdió alrededor de 700 millones de dólares, ni hablar de lo que perderá cuando se aplique otra infravaloración como sugieren sus colaboradores del rubro y el ministro nonato que duda en el exterior. Un destino siniestro el futuro para una compañía que compra en dólares y vende en pesos.
El aporte de los economistas a Patricia obedece, además, a otra consecuencia del comicio: el electorado se interesó más por revertir la inflación o estabilizar el tipo de cambio, ideas que parecen competentes en Javier Milei, que en la propuesta sobre la seguridad cotidiana de la Bullrich. Si los procesos son parecidos en el continente, la elección en Ecuador demostró algo semejante con el avance inesperado del empresario que salió en segundo lugar.
De ahí, otra vez, la observación renovada sobre las opiniones económicas que tensan el ambiente y dominaron el último encuentro del Council of Americas, con la eterna Susan Segal como propicia a Carlos Menem y a Cristina Fernández de Kirchner, amiga de todos y, si es necesario, hasta del norcoreano Kim Jong-un, una experta en extraer substancias de Galuccio, Bulgheroni, Eurnekian y del bastonero José Luis Manzano entre otros voluntarios. Una suerte de pirata del asfalto empresario, como la llaman.
Allí sorprendió que no hablara el enviado de Milei, el historiador y convocante a la dolarización Emilio Ocampo —comparte madre con otro cuadro liberal de la misma agrupación, Agustín Etchebarne— quien se presentó en el Alvear y renunció a la palabra a último momento como si lo hubiera acosado un incontenible desprendimiento diarreico. El comentario, sin embargo, era la superación del pleito Rodríguez Larreta versus Patricia, no solo en las urnas, sino con la unificación de los economistas.
Quizás, en rigor, ahora ambos jefes también unifican identidad para enfrentar a un Mauricio Macri que en Marrakesh, se distrae en las casbah, se concentra en el bridge y dispuesto a volver en una semana a la Argentina para luego partir a Europa y recorrer varios campos de golf con amigos. Un sacrificado el ex Presidente.
Como fue áspera la rebelión de Horacio con Mauricio antes de las elecciones y terminó mal para el jefe de Gobierno, la derivación ha sido un estado de cierta depresión del alcalde, pensando rabioso más en una venganza que en la alegría de que una de sus preferidas funcionarias ha sido elegida para acompañar a Jorge Macri en la formula porteña: Clara Muzzio, quien cumplía servicios como ministra del Espacio Público, fiel al declinante soñador con la Casa Rosada (aunque nadie olvida los servicios que en otros tiempos le brindó a Mauricio, cuando iniciaba su carrera política). En suspenso y tenso lo del intendente con el ingeniero boquense. Al revés, se desató otra pugna en la agrupación: Patricia parece incomoda con la actitud del máximo “líder” de cambiemos, también su principal sponsor.
No ha sido casual que ella salió a decir que es la única conductora de sus actos y del partido, que ella no le responde a nadie. Es que le cayeron como una piedra ciertas intromisiones de Mauricio, la noche del escrutinio, por ejemplo, cuando en un vip del vip en el búnker de la Costanera, en una mesa cuadrada con Petri, Cornejo, ella y otros pocos, el ingeniero sostuvo que era necesario tomar 15 medidas por culpa del resultado. Nadie se opuso, todos parecían amargados a pesar del triunfo interno y uno, sin oponerse, añadió la conveniencia de “analizar” las propuestas. Casi una objeción a las órdenes del temperamental Macri, quien dijo que no había que dilatar nada, enumeró las medidas y demandó: “Hay que empezar mañana, sin falta”. Con la voz en alza. Patricia, entonces, se retiró de la mesa, quizás aturdida por la elocuencia de quien ella sigue llamando “Presidente” y al que le reservaron el final de los discursos como si fuera el jefe de todos.
Luego de la calentura ofrecida por Macri, los participantes volvieron a cierta normalidad: finalmente habían ganado la interna, aunque el número obtenido era insuficiente para pensar en un emprendimiento más promisorio en el orden nacional. Inclusive, ella volvió del transitorio retiro y él, menos terminante, se declaró entusiasta con la victoria interna. Todos compañeros, se mantenía el refugio, para algunos el santuario de los negocios.
Duró esa tregua hasta las 48 horas siguientes, cuando Patricia se despachó con una declaración inesperada y no requerida: “La única que manda soy yo”. Nadie lo había puesto en duda, mientras su referente jugaba a las cartas, miraba alfombras, recorría la plaza de curiosidad occidental, compraba chucherías en el Zocco y se interesaba por los beréberes del desierto. Tanta actividad quizás no le permitió atender el mensaje.
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