Quizás se desempolve algún Cadillac convertible para llevar a la próxima pareja presidencial el día de la jura del Congreso a la Casa Rosada. Tradicional celebración con gente arrojando confetti y serpentinas desde los balcones, aplaudiendo y vitoreando en la recorrida del vehículo a cielo abierto. Al menos, medio país festejará ese mini viaje y, según el resultado, Sergio Massa y Malena Galmarini habrán de saludar al estilo peronista en el descapotable o le tocará desempeñar el mismo rito a Javier Milei junto a Fátima Florez.
Habrá complemento de música, marchas, policías, militares, custodios, una escena que jamás imaginó el más intuitivo de los directores de cine con estos cuatro personajes como destino, tan imprevisible de fantasear hace dos años como difícil de predecir hoy el dúo a coronar el domingo 19 de este mes.
Se conjetura con una extraña contradicción: muchos se hacen cargo de un desenlace cierto a partir de encuestas en las que confiesan no creer. Al que le agregan un palpito personal. Un absurdo: más brujería doméstica.
No se sabe si esos criterios aficionados también se aplican a quienes arriesgan dinero, a los que apuestan en tómbolas internacionales, cifras que viraron con sorprendente volatilidad: de una clara ventaja de Massa sobre Milei, se pasó en las últimas 48 horas a una inversión de roles: por el triunfo del favorito libertario se paga 1,72, mientras por el oficialista se sube a 2 puntos. Hagan juego señores, faltan 15 días, pueden seguir por internet las progresiones.
Para los dos contendientes no es un juego, le conceden valor científico a la campaña previa y a las fiscalizaciones. Hasta se generan combates internos por un proceso que ninguno domina, en particular en distritos clave del país: la provincia de Buenos Aires, tierra en la que se habla con levedad de anomalías y fraude, se generan sospechas —como el último caso de la elección en La Plata— y luego terminan abrazándose los dos rivales como hipócritas caballeros. Una agresión a los ciudadanos desprevenidos.
Ahora quizás no se puede hablar livianamente de fraude en el ámbito bonaerense cuando de las últimas 8 elecciones, seis fueron ganadas por la oposición. Tan poco serio el criterio delictual como la fantasía de que es impenetrable el electorado peronista.
Sin tropa propia para Hacienda
Aun así, en la novel Libertad Avanza se atemorizan —por falta de organización propia y obvio amateurismo— por las travesuras nefastas a padecer en los comicios venideros. No se sorprenden, en cambio, de que en Jujuy hayan realizado una gran performance sin que el candidato Milei visitara alguna vez la provincia. O que obtuvo dos senadores para su coleto a los cuales personalmente ni conocía. Esa improvisación y desidia provoca pleitos cuando se reparten responsabilidades en el momento de ensamblar estructuras partidarias, el fruto de una obligada asociación por el último resultado electoral.
Un ejemplo: los recién llegados del macrismo que han impuesto un cerrojo sobre allegados a Milei para controlar la fiscalización. Hubo sobresaltos: “Si nosotros ponemos el dinero, tenemos la obligación de cuidarlo y distribuirlo de la mejor forma”. Voz lejana de Macri —hoy en Chile, entregado a las barajas— expresada por sus emisarios, algunos incompatibles con la mesa del economista liberal: Guillermo Dietrich, a quien el ingeniero boquense le otorgó la responsabilidad de ese ejercicio y le confió la inversión pecuniaria de sus amigos, no puede instrumentar el operativo porque su palabra fue vetada. Al menos, por uno de los alfiles del candidato, Guillermo Ferraro, a quien le correspondería un monumental Ministerio de Infraestructura en el caso de ganar. “No pasará”, jura al obturar el ingreso.
Parecen contingencias menores, pero anticipan conflictos de otra envergadura como en todos los gobiernos. Ni hablar cuando son nuevos. Una parte del Pro viene enemistada con Ferraro desde hace años debido a dificultades e imputaciones que le endosaron en la administración porteña. Esa es la intriga con Dietrich.
Tampoco a Ferraro lo adopta como propio Eduardo Eurnekian (hoy en cordial distancia con Milei), el dador de hombres al eventual gobierno del postulante. No es Ferraro un inválido político: supo estar en otras épocas en la inmediatez del finado Antonio Cafiero, uno de sus jóvenes de confianza hasta en etapas recaudatorias. Pudo bloquear a Dietrich, pero igual lo perforaron: entró un nuevo jefe para cuadricular la provincia, formar equipos, analizar localidades, e intendentes.
En esa reyerta de asimilación entre partidos también cayó Carlos Kikuchi, al menos para la preciada fiscalización: uno de la vieja guardia de Milei se retiró ofendido del hotel Libertador, apartado de cargos en la misión bonaerense, afectado por no impedir el entrismo de Massa en las listas libertarias. Como si fuera el único responsable.
Culminó la disputa sin daños, pero el nuevo responsable del diagrama provincial será Eduardo Bastitta, un exitoso empresario cuarentón, del Newman como Macri y colega del creador de Mercado Libre. Especialista en logística, sin experiencia en elecciones, el designado dominará 80% de los fiscales, le cede el 20% restante a los voluntarios de Milei. Igual tiene trabajo extra: requiere que Diego Santilli, un ex de Horacio Rodríguez Larreta, le haga aportes a la campaña que no se manifiesten solo en consejos o declaraciones de arrobo al candidato. Debe saber lo que exige, o lo que Macri le demanda.
Más armónica, en cambio, es la fusión del Pro con el posible jefe de gabinete si Milei triunfa, Nicolas Posse, un ingeniero al que alaban por su jefatura en los focus groups del candidato. Admiten un interés de los dos partidos: entusiasmar al público para que vayan a votar, sabiendo que una deserción masiva favorece los intereses de Massa.
A este hombre, de altísima confianza de Milei —fueron compañeros en la empresa de Eurnekian— lo consideran vital para determinados propósitos, con características obsesivas de su profesión. De aquella época, cuando la empresa diagramaba un túnel entre la Argentina y Chile, recuerda Milei que Posse hablaba de “mi túnel”. Como si fuera propio. Difícil que pueda decir lo mismo si alcanza el poder del gobierno.
(Perfil)