Las tres sillas dispuestas para el comienzo de la conferencia de prensa que después se convirtieron en dos. Alguna negociación de último momento hizo que Juan Román Riquelme se bajara del escenario, aunque su sombra siempre estuvo presente en el acto.
El discurso inicial de Tevez que alguien le escribió, con el sello de ciertas plumas macristas, y que le produjo un quiebre en el medio del relato, cuando mencionó a su padre. En ese discurso -mezcla de declaración armada y sentimiento genuino- habló de su familia, de que no se sentía en plenitud, que quería dedicarse a su mamá, y dijo que por sus venas no corría sangre roja sino azul y amarilla, para endulzar los oídos de los hinchas.
La pregunta no contestada abiertamente sobre la posibilidad de que el día de mañana vuelva a Boca como dirigente, algo que de ninguna manera debería descartarse si se tiene en cuenta la muy buena relación de Tevez con Mauricio Macri. Hay demasiadas señales de que el ídolo de Boca se sentía mucho más cómodo con la presidencia de Daniel Angelici que con la de Jorge Amor Ameal, y ni que hablar con el vicepresidente Juan Román Riquelme, a quien se le atribuye ser el verdadero conductor del club.
La catarata de especulaciones que se hicieron en los programas dedicados a la farándula deportiva, en los que desde hace un tiempo bastante largo el Consejo de Fútbol de Boca es poco menos que una conjunción de mentes perversas, responsable de lo mal que juega el equipo.
Las palabras de Tevez, el abrazo que le dio Riquelme al final de todo, que no pareció para nada espontáneo, la decisión de “borrarse” del aporte de las grandes fortunas, su renuncia en estos momentos, la crítica a la dirigencia que quedó subyacente y también esta nota.
Todo es política, menos el hecho indiscutible de que Tevez fue un crack, uno de los máximos ídolos de la historia de Boca, cuyos hinchas siempre le estarán agradecidos por los grandes momentos vividos.