Finalmente, después de varios días de caer en contradicciones, el Gobierno unificó el discurso respecto del Aeropuerto de El Palomar, que como se sospechaba no volverá a operar vuelos comerciales. El comunicado conjunto emitido este lunes por el Ministerio de Transporte y el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA) evita hablar de «cierre», pero confirma que las aerolíneas comerciales que operaban en el EPA se mudarán al aeroparque metropolitano Jorge Newberry, una vez que se culminen sus reformas.
Desde el sábado, la compañía Flybondi, primera en llegar a El Palomar en 2018, de la mano de la gestión de Guillermo Dietrich en Transporte, vuela desde Ezeiza, lo mismo que Jetsmart. La primera «low cost» del país recibió tantas críticas del kirchnerismo duro y los gremios aeronáuticos como el aeropuerto, pero decidió sobrevivir y pactó un acuerdo con el Gobierno, que le va a mantener la misma tasa que pagaba en El Palomar. No es todo. También hoy (qué coincidencia) Jestmart anunció que a partir del 21 de enero sumará a El Calafate a sus rutas de cabotaje. A un precio promocional de $3.799 que puede abonarse en cuotas desde el mismo portal de la línea aérea.
El comunicado del Transporte, firmado por Mario Meoni, y por los presidente y vice del ORSNA, es un balde de agua helada no sólo para los dirigentes de Juntos por el Cambio, que siempre respaldaron tanto la política como la demanda de los vuelos low cost. También lo es para los dirigentes oficialistas que respaldaron al AEP, aún sabiendo que peleaban (no desafiaban) contra el doble comando: El camporismo impuso condiciones.
La agrupación más representativa de Cristina Kirchner maneja el ORSNA y también Aerolíneas Argentinas, beneficiada con el fin del aeropuerto low cost y con el nuevo plan de inversiones, que echa por tierra cualquier excusa presupuestaria puesta de manifiesto en el comunicado oficial de hoy.
«El Aeropuerto de El Palomar no cerró, sigue abierto, pero no tiene operación comercial», definía hoy el senador Mariano Recalde, referente de La Cámpora y ex titular de Aerolíneas. «El cierre del aeropuerto para vuelos comerciales es de sentido común. El Palomar era un peligro en sí mismo», dijo por su parte Pablo Biró, secretario de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas.
Los términos (eufemismos) utilizados por el kirchnerismo para hablar del AEP sólo se explican por una razón: No tienen respaldo popular y temen un costo político inmediato. Pero, en rigor, dejaron en ridículo a funcionarios como Lucas Ghi, intendente de Morón, que hoy mismo explicaba: «Entendemos que tras la pandemia va a recuperar la actividad. Creo que el aeródromo ha sido un aporte, pero ambas partes tienen argumentos atendibles».
El ministro Meoni le había dado su palabra a los cuatro intendentes de la zona aledaña, de que no cerraría el AEP. Semanas atrás, en tanto, Juan Zabaleta (Hurlingham), difundía una encuesta que dice que «el 80% de los vecinos» quiere que el aeropuerto siga funcionando. Claro que mientras esto ocurría, el camporismo operaba fuerte para que ninguna legislatura saliera a respaldar a la terminal de El Palomar. Ni siquiera el HCD de Morón pudo aprobar una declaración conjunta. Esta mañana, consultados en una conferencia virtual, los concejales volvieron a marcar la grieta. El concejal radical Rolando Moretto apoyó la marcha del jueves «contra el cierre del Aeropuerto», mientras que la presidenta de bloque del FdT, la comporista Paula Majdansky, repetía que «no está cerrado», sino que «no está operativo, producto de la pandemia, y de los estudios socioambietales que se debían realizar».
El comunicado del ORSNA repite lo mismo que Recalde decía horas antes sobre los costos del AEP. «Mantener la operación comercial de El Palomar solo por uno o dos aviones de Flybondi, cuyo tamaño requieren de una inversión en la pista de $4000 millones, solo se puede justificar en el capricho de Macri de sostener una política cuyos resultados están a la vista».
Hay cosas que no se pueden dejar pasar. En primer lugar, este aeropuerto fue creado sobre una Base Aérea, que ya contaba con una pista preparada para aviones de guerra. Por supuesto, hubo que hacer una inversión inicial, y seguramente necesitará mantenimiento, como cualquier terminal. Hoy mismo Aeroparque gana una nueva reforma. En una año de crisis aguda, el Gobierno invirtió nada menos que $5000 millones para ensanchar la pista y que puedan partir de allí los nuevos aviones de Aerolíneas, que este año le costará al Estado más de 500 millones de dólares. Nada es tan oneroso como eso.
Si el Gobierno quiere cambiar de dirección en materia aerocomercial, está en su derecho. Pero si está en la dirección correcta no tiene por qué distorsionar los hechos. El Palomar era exitoso: Fue el asedio político lo que, primero, redujo su horario, para después vaciarlo de naves. Hasta la semana había un sólo avión. Es cierto. Pero eso ocurría por la voluntad del propio Gobierno. Las low cost terminarán yendo a Aeroparque (a cambio de privilegios que mañana les pueden quitar también), cuando podrían seguir operando junto a otras tantas desde El Palomar, en beneficio de la sana competencia y del desarrollo de la zona oeste ¿Acaso no había que dejar de privilegiar al centrismo porteño? La idea de contar con un aeropuerto comercial no sólo fue del macrismo. Sabbatella lo pensaba, en 2005. Pero antes, como ahora, el cristinismo tiró esa idea para atrás. Vaya uno a saber por qué.