Reposa, retoza, hace sociales (se saca fotos, en rigor) y aguarda. En su minúsculo y solitario lugar en el mundo, El Calafate, donde no solo cultiva rosas. Hay promesas a cumplir despues de aquella reunión de tres horas que mantuvo a solas con su elegido Alberto y del intercambio de postas gracias a la Mensajería Fabiola. Se vienen cambios de figuras e imagina que los nuevos accesorios del Gabinete serán más eficientes que los actuales. Nadie lo sabe, pero al menos modificará la sangre azul albertista de los que rodean al Presidente. Hasta ella se contuvo: acontecimientos políticos a resolver (el aborto, por ejemplo) la obligaron a desfigurar planes –de vacaciones–. Y la dama partió al Sur en vez de viajar a Cuba para agradecer las atenciones y cuidados recibidos durante años por el gobierno de La Habana –también los informes médicos que justificaban la presencia en la isla de Florencia–, ya habrá tiempo para volar al Caribe. Ademas, la protección sanitaria exige protocolos, desata miedos y, en el caso de ella, aunque se fotografía sin barbijos por coquetería, para verla hay que bañarse previamente en alcohol en gel.
Naturales restricciones del virus con los mayores adultos en situación de riesgo. Una metáfora de la mujer que está sola y espera de Scalabrini Ortiz, irritable a veces, angustiada en otras, en la línea nacional desde su tierra prometida y no desde Corrientes y Esmeralda, como el personaje. La complicaron con la fuerte suba de la carne en quince días, por ejemplo, su impacto en una inflación creciente (4% en diciembre) que se espiraliza aunque haya precios reprimidos: es un fenómeno destructivo para ganar elecciones, como la presión psicológica del dólar paralelo. No lo ignora y octubre está en la mira, fecha en que no puede tropezar Cristina. Busca modificar la sangre azul albertista de los que rodean al Presidente Para impedirlo, se apela al manual Kicilloff, de ahí las intervenciones en precios o amenazas, también retrocesos: comunicaciones, salud, campo, tarifas, jubilaciones. Te quito, te devuelvo, te persigo, te convoco.
Un desconcierto apresurado que ni siquiera es ideológico, más bien torpe, mientras YPF puede concluir en default aunque supo tener los dólares para solventar su deuda, el riesgo país supera los 1.400 puntos y el bono corto rinde en dólares más del 18%. Son números intimidantes a pesar de que nada hay que pagar por los próximos dos años y la soja superó cómoda los 500 dólares. Favores del cielo, salvo que uno quiera creer las vulgaridades económicas de una favorita de Cristina, la diputada Vallejos, quien debe pensar que es una maldición que los productos argentinos valgan más en los mercados y haya mayores ingresos en el país. Ministros en campaña. Mejor entonces, para distraer de estos dislates, convertir al ministro Guzmán en un visitador de provincias para vender un elixir que haga crecer el cabello (acompañado por el todoterreno Wado de Pedro, hoy entusiasta por colocar a su secretaria legal en el ministerio, Laura Mandin, en una nueva sala judicial que podría complicar a ciertas empresas sobre la defensa de la competencia y atemorizar a Clarín, entre otros medios). Aunque todos hablan con relación a Cristina del “indulto no, amnistía sí” atribuida al Presidente, otras son las componendas que se advierten con la oposición. Ya se vio nítido en el Consejo de la Magistratura con un volantazo de las mayorías, quizás haya nuevos enjuagues para borrar a Martín Irurzun de una de las cámaras, ubicaciones en otros tribunales, nuevos concursos. Famoso toma y daca que se traslada, tambien, a la cesión de licencias por el juego online, siete empresas ganadoras que si uno las estrangula, sabe que responden a experimentados del negocio lúdico y a dirigentes políticos claves: desde un intendente clásico en el cual Máximo Kirchner deposita sus esperanzas para alinear al resto en su caciquismo, vinculado desde los tiempos de Duhalde y Solá al entretenimiento rentado (tanto que gracias a un casino encontró a su media naranja), al hombre en el cual más confía Mauricio Macri en la Justicia y a una mujer expectante, del mismo sector político, que aún discute con la margarita si se presenta o no. Diferencias insalvables.
Si bien en ocasiones se diluye la grieta política por negocios, hay internas difíciles de superar en cada una de las partes. Por ejemplo, cuesta encontrar unidad en el caso Boudou dentro del oficialismo. Y no son los mismos los que reclaman por el ex vicepresidente que los que demandan libertad por Milagro Sala. Curioso.
Alberto Fernández podría pedir por la jujeña, como su ministra Gómez Alcorta, pero no firmaron en la solicitada por Boudou. Tampoco Cristina, menos su hijo Máximo, seguramente por otras razones. Ni el locuaz consejero presidencial Leandro Santoro, quien alguna vez decidió escrachar el domicilio de Boudou. Rarezas notorias que responden a todo tipo de interpretaciones. Por citar una, aquella conferencia de prensa del entonces vicepresidente, quien con el aval de Cristina denunció al estudio del ya muerto Esteban Righi –quien era Procurador General de la Nación y debió renunciar– porque le había sugerido ciertos compromisos para aliviarlo de la causa judicial por la cual hoy padece prisión domiciliaria y puede volver a la cárcel. Como se sabe, Alberto Fernández siempre homenajea a Righi, un entornista de Héctor Cámpora en los 70 para transformarlo en un montonero que no era, con el que más tarde escribió un libro de derecho penal y compartió ideas para reformar la Justicia. Se supone que no son las que impugnó Boudou.
(Fuente www.perfil.com)