Intocables, incombustibles, iconizados, iluminados, ambos son los ganadores de la interna gubernamental. Por lo menos, de la última. Son el dúo del trío, lo que el mismo Presidente definió como los únicos insustituibles de la Administración. Junto a él, claro: Karina Milei y Santiago Caputo, una conocida por la consanguinidad, el otro por los servicios que le ha prestado a Javier Milei en áreas diversas desde que se asociaron en la campaña presidencial.

Casi una empresa este terceto con obvias categorías distintas, dependientes entre sí y victoriosos de la última batalla de poder contra Nicolás Posse, el jefe de Gabinete desplazado (junto a las autoridades de la Inteligencia) y quien parecía atornillado en su función debido a la confraternidad de otros tiempos con el mandatario.

Pocos atendieron aquella confesión de Milei: somos los tres inamovibles, lo que viene a ser “llegamos juntos y nos iremos juntos”. Nadie más en la firma del trío. Si alguien hubiera seguido esa indicación, tal vez hubiese tenido menos sorpresas con los cambios en el gobierno, la salida de unos funcionarios y el ingreso de otros durante los casi seis meses de mandato.

Se sabe que hubo un disparador en la retirada de Posse, casi nadie había atendido las crisis previas que enredaron al despedido con el dúo Karina-Santiago: fueron esas rencillas e intereses las que anticiparon la partida del jefe de Gabinete, quien se apartó humillado, impotente, mientras Milei transmitía cierta ofensa o dolor cometida por su ex compañero de trabajo en la Corporación América.

Uno no quiso hablar, el otro en apariencia reveló: “No me hagan hablar”. Hasta lo despidió como a una doméstica, por mensaje, sin agradecerle la compañía pasada, luego de 72 horas de destrucción pública, sin defender a su más alto funcionario, sin saludarlo ni ubicarlo en su cercanía o ubicándolo en el peor lugar del mundo: la indiferencia. Hasta reveló el Presidente un perfil desconocido: cierta ferocidad en la venganza.

Con ingenuidad se atribuyó la reticencia de Posse para hablar, comunicar o encerrarse ante extraños como causante de la pérdida del cargo. Si la reserva hubiera sido la razón, nadie entiende cómo ascienden al control del gobierno dos muditos, Karina y Santiago, aun más callados que el renunciante, figuras que han hecho del silencio una militancia y que le reservan la palabra solo a Milei. Solo él con las multitudes.

Desavenencias de gobierno, filiaciones encontradas y una neta inclinación de Posse por esas tareas nunca esclarecidas en la AFI, dependencia a su cargo, de la cual se han debido ir no solo el titular sino también un núcleo de aviadores retirados de presunta especialización en el rubro. Más plata tirada. Algo equivocado cometieron, sea en la utilización de un nuevo presupuesto o, tal vez, en el seguimiento de algún objetivo inconveniente.

Plausible interpretación: desde el atrevido cotejo de intimidades de quienes rodean al mandatario a la preocupación por intermediaciones en futuras empresas a privatizar, por ejemplo, en el renglón seguros o salud, aficiones que esas pesquisas le endosan al influyente asesor Caputo. De ahí que el nuevo jefe de Gabinete, Guillermo Francos, jugador de canchas barrosas, ya se prescindió de responsabilizarse por esas ventas eventuales del Estado. Aunque le correspondan al cargo. Nadie sabe si sabe de política, sí de supervivencia.

Le traslada esas ejecuciones al dúo del trío y al nuevo ministro en ciernes, Federico Sturzenegger, el hombre de las Bases que anoche superaron en forma rara el escollo del Senado. Se juntaron, billetera mediante, las firmas que podrían evitar el cuarto intermedio. Otra vez esa clave ley de bajas calorías le produjo, durante el día, la maldición en griego a Milei durante su viaje a San Francisco. Estaba encendido de odio.

En el acto previo, en el Senado Martín Lousteau encontró su esplendor crítico como tapón del proyecto, tal vez encantado con la suba del riesgo país (como Cristina y Sergio Massa) y los senadores —igual que los diputados— empiezan a convertirse en personajes de televisión, son convocados a los medios, hablan y opinan con una importancia de la que carecían en estos últimos años. Quizás porque son tiempos en los que el gobierno no tiene mayoría y requiere de cualquier madero para flotar en la superficie.

A pesar de su oficio, Francos tropezó en sus primeras declaraciones, por distracción o felonía. Según quien lo vea. Con el corazón abierto y sin sonrojarse dijo que Milei no entiende de política: se anotó solito en la libreta de calificaciones. A pesar del desliz, parece que Karina y Caputo son más permisivos con él, diferencias de edad mediante. De la hermana suprema se conocen todos sus flancos, menos del casi cuarentón Santiago, quien iniciado por Jaime Duran Barba en encuestas y lecturas de situaciones políticas, se interesó en particular por esos raros emergentes de la sociedad que conmueven los escenarios, outsiders en general. Durante años.

Y agrega en la intimidad: “Me gusta surfear las crisis”, sin pasiones ideológicas, aunque comulga con el liberalismo. Colegial con Ramiro Marra, este lo acercó a Milei y enseguida congeniaron, como aquella cena que junto a Rogelio Frigerio con Arturo Frondizi y se quedaron charlando en una esquina hasta la madrugada.

Comparación exagerada, pero válida si este dúo —con Karina— atraviesa un mandato completo y renueva. El Caputo joven apuesta a esa conquista, fue quien “la vio” primero de los que se acercaron a Milei, lo convenció del streaming, de las redes sociales y promovió ese costado bélico del Presidente cuando los episodios de la novela no son como los que esperaba. Lo exacerba en intolerancia, al menos eso lo señaló el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, quien lo considera un ser “nefasto”. Un conflicto entre muchachos de la misma generación, deseosos de jugar las próximas décadas. Cada uno en su club.

Otros señalan que Caputo es cordial, familiero, como todo padre cree que su hija es la mejor del mundo, se interesa en la plástica y la variedad de grabados o tatuajes que exhibe en su cuerpo son más bien para disimular las cicatrices originadas en un accidente en motocicleta. Entonces, parece que no se golpeó la cabeza y Milei es miembro de una cofradía en su biblioteca cargada de biografías sobre personalidades políticas del mundo, sueña con incorporarlo a ese tesoro.

(Perfil)