Nunca dejó de soñarlo y por eso cumplió un objetivo. El handball es su pasión, pero antes, siempre, está su familia. Hace tres años tomó una de las decisiones más importantes de su vida. Nunca lo dudó, y hoy en retrospectiva, su gran gesto de amor a sus 21 años le sorprende. Si bien era consciente que hacía pocos meses formaba parte de la selección mayor, y una operación le iba a significar quedar fuera de los Juegos Olímpicos de Río, el amor que siempre sintió por su padre es mayor. Sin dejar de soñar, se imaginó nuevamente con la camiseta argentina, y hoy en Japón, Joana Bolling cumple su sueño: disputar un Mundial.

“Tuve que dejar la selección unos cuantos meses en 2016 porque tomé la decisión de donarle un riñón a mi papá. Ese era mi primer año de la categoría mayor, y en ese entonces no pensaba en el Juego Olímpico, mi mayor objetivo en ese entonces era ver a mi papá bien y ayudarlo”, recuerda desde tierras asiáticas Bolling. “Todos estuvieron muy presentes. Mis compañeras y cuerpos técnicos de la selección y del club, al igual que muchísimos amigos, e hicieron que volver sea mucho más fácil”.

A la jugadora que se desenvuelve como extremo le llegó esta oportunidad en el mejor momento de su carrera. A sus 23 años cambió el rumbo y viajó a España para defender la camiseta de Valladolid. Su velocidad e intensidad a la hora de jugar fueron los atributos que la pusieron en la vidriera europea, y cuando la llamaron no dudó. Ya estaba acostumbrada a los cambios, y una nueva mudanza, con los nervios e incertidumbre a flor de piel, era algo que la motivaba y allí fue.