Abundan las leyendas negras. También en política. Por ejemplo, se repite como estigma: los gobernadores de la provincia de Buenos Aires nunca alcanzarán la presidencia elegidos por el pueblo (el caso de Eduardo Duhalde fue una anomalía, designado por el Congreso). Otra fábula oscura: la Argentina es un país machista que no vota mujeres independientes para ocupar la Casa Rosada. Tanto María Estela Martínez como Cristina Elizabeth Fernández llegaron al máximo cargo por el mérito de ser esposas de dos figuras trascendentes, casi herederas de Juan Perón y Néstor Kirchner, lo que vulgarmente se define como “las mujeres de…”. No por su propio influjo. Luego del resultado electoral del último domingo, en el que ganó perdiendo (o al revés), ese mito misógino agobia a Patricia Bullrich, a quien adhirió el 17% del electorado por su propia naturaleza y casi nadie la sostuvo por ser la compañera desde hace 25 años del discreto Guillermo Yanco, un activo dentro de la colectividad judía. Quizás a la dama le faltó apellido para el emprendimiento nacional.

Ahora, la candidata se viste para los meses que restan con otros aditivos: nombres medianamente famosos, figuras, para el cartel de su plantel. Entre otros, le sugieren la incorporación pública de un economista como Melconian y la Mediterránea para robustecerla en la campaña. Aunque cercano, el simpatizante de Racing duda en esas expresiones requeridas. Igual le pasa a Javier Milei, quien sin esas urgencias se prodiga también en llamamientos, aunque lo suyo en la campaña ha sido solitario, extraordinario, sin necesidad de agregados. Decidió ahora convocar a Mauricio Macri para integrarlo si fuera gobierno, prometiendo incorporarlo como una suerte de superembajador itinerante, como fueron Diego Maradona y Amalia Lacroze de Fortabat en tiempos de Carlos Menem. No lo rechazó el exmandatario, ahora con las barajas del bridge en Marruecos, pero mandó a distanciarse de la propuesta: primero hay que ver quién gana, no desea ofender a su protegida Patricia, finalmente él solo piensa en las ganancias de su propio club: Deportivo Mauricio.

Para quienes sostienen que Macri no tiene corazón, en cambio, una equivocación: dijo el exmandatario que se sintió conmovido cuando abrazó a Horacio Rodríguez Larreta la noche de la derrota del jefe de Gobierno en la interna: lamentó ese dolor como si él no hubiera tenido ninguna responsabilidad en el episodio.

Milei también coquetea con técnicos como Federico Sturzenegger, con el que supo compartir momentos de gestión, quien hoy se empeña en eliminar tres mil leyes que enrarecen la actividad económica. Un servicio para Patricia. O tal vez para otro aspirante. Como los consejos de Domingo Cavalllo, quien los reparte tanto para sus seguidores de la Fundación Mediterránea como para el mismo Milei. No es el único.

Además, el ascendente candidato parece envuelto en sus propias leyendas, según la hostilidad de ciertos medios partidarios, inquietos por tonterías a descifrar, como la razón por la cual su primer perro gigante se llamó Conan, igual que el gladiador de los cómics, y al resto de sus cuatro vástagos caninos en cambio los bautizó con nombres de economistas de la escuela austríaca o de Chicago.

Le cuesta más esa tarea superficial o metafísica que explicar la dolarización (¿rápida, violenta, traumática o gradual, sin lesiones ni formidable devaluación?), cuestionada por el sistema bancario aunque muchos estiman que sus asociados podrían mejorar su patrimonio por ser los colocadores de una futura deuda. Un intríngulis. O refrendar su leitmotiv, el trajinado cierre del Banco Central que alguna vez le sirvió para una obra de teatro, plausible iniciativa pero de imposible aplicación: requiere de una ley específica y, más complejo, implica una reforma constitucional, ya que esa existencia está contenida en la Carta Magna de 1853 como en la predigerida de 1994 que convalidaron Menem y Alfonsín. En todo caso, podrá borrar atribuciones del instituto, podarlo, seguramente en los controles cambiarios siempre bajo sospecha, aunque resulta difícil que pueda amputar las responsabilidades sobre las regulaciones bancarias.

Ya circulan faenas de inteligencia privadas sobre los miembros de su equipo, vínculos capciosos, intrigas que en general no deben responder a su rival Sergio Massa.

Rebeliones internas

Por el contrario, se afirma que ambos constituyen una misma coalición, una mixtura de corte electoral para los futuros comicios: a Milei lo sindican incluso como un brazo liberal para salvar a Cristina de Kirchner en los juicios que la complican. Son tan exageradas las imputaciones, que sirven para enardecer al postulante, dispuesto a subir apuestas con el cierre de organismos de cierto prestigio (Conicet) o batallar contra dueños de medios de comunicación. Un Milei sin freno, determinado, distraído sobre las pérdidas más que Napoleón cuando invadió Rusia.

En la ciénaga, mientras, Massa especula con apoyos provinciales o sorprendentes, como el último de Guillermo Moreno. Hará la ficción de la foto esta semana con el FMI en Washington y firmará un acuerdo que, segun él, logró negociar para que en vez de devaluar cien por cien logrará reducir ese porcentaje al 20%. Un crack, aunque ni

Cristina ni su grey parecen creerle, menos Alberto Fernández, ya dispuesto a entregar antes su gobierno si luego de las elecciones persiste la maroma económica. Empezó el mandatario a disfrutar el descanso este último año, se ha vuelto casi un planero sin agenda gracias a Massa, también a apreciar la posibilidad de realizar un viaje como ciudadano común. Le encanta

España, ciudades como Valencia, la que visitó hace poco su amigo exonerado por Cristina, Juan Pablo Biondi, un funcionario dilecto que ahora se trasladó con la familia a vivir en Paraguay como asesor imprescindible del nuevo presidente, Santiago Peña. En Asunción valoran su expertise, no hay vicepresidente mujer.

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