Primero, la familia. Se lo dijo a la esposa, también a la suegra. Como corresponde. No solo por la primicia sino para aliviar la opinión contraria de una Juliana que prefiere, dicen, una vida menos complicada a la de permanecer 4 años en Olivos. Eventualmente. Mauricio Macri ha roto el misterio: además de propiciar una interna en su partido, ahora se dispone a presidir una de las fracciones postulantes a encabezar la formula opositora en el 2023. Ensaya la vuelta.
Aunque otro adversario aparece nítido, por encima de los Fernández o cualquier otro aspirante oficialista: Horacio Rodríguez Larreta, quien siempre jugó a ser el candidato único y ahora deberá revisar su estrategia. Macri podría argumentar que su promoción, su “segundo tiempo”, más que perforar al intendente apunta a contener la avalancha de votantes del Pro que se desvía a favor de Javier Milei por su presunta “blandura” abarcativa.
Ambos, además, son acérrimos enemigos, el economista lo vapulea cuando puede y responde a presuntas campañas en su contra. Macri, en cambio, comulga con ciertas ideas de Milei —de impresionante ascenso en las encuestas— a pesar de que lo considera un peligro para los intereses de su partido.
Después del fogonazo de la noticia habrán de prosperar las especulaciones: entre el ex mandatario y el jefe de gobierno hay algo más que una competencia personal, se perfila un encono entre las partes, como si alguien no hubiera cumplido ciertos compromisos. Por supuesto, esas diferencias no son políticas, otro género tiene prioridad. Como se sabe, los “hermanos del alma”, en ocasiones, suelen ser motivo de conflicto.
Mientras, Macri vino el lunes del Sur (comió el domingo en Tinto, el restaurante del hermano de Máxima de Holanda), se estableció en San Isidro para entrevistarse con Pichetto y Puerta —entre otras reuniones—, partió a los Estados Unidos con la excusa de unas clases universitarias y regresa mañana para asistir el sábado al casamiento del periodista Jorge Lanata. La vida en un avión, no solo sociales.
Varios de sus íntimos hasta ahora juraban a pie juntillas que Macri pretendía un rol tutelador del Pro más que un intento de regreso a la Presidencia. Tal vez ocultaba sus intenciones o, de pronto, se le abrió una claraboya para sus sueños. Sea por las deprimentes encuestas para el gobierno o el barrilete de Rodríguez Larreta que no gana altura. Menos el de Patricia Bullrich, estacionado en un dígito.
Caprichosos movimientos en la interna del Pro: su titular femenino se sorprendió que Macri convocara a María Eugenia Vidal a una reunión de la cúpula, del clan Rodríguez Larreta y no precisamente una de las favoritas del ex Presidente. Pero la ex gobernadora, cuentan, prometió apartar de su vera a la causa del conflicto: Federico Salvai, su ex jefe de gabinete en la provincia, y al que el ingeniero de Boca no digiere. Tendrá sus razones, como en sus encontronazos con el alcalde porteño. El aire que se respira en el frente opositor tampoco es gratis.
El asombro de sus amigos por la actitud de Macri hacia el personalismo electoral olvida un lenguaje o discusión dentro del Pro: Rodríguez Larreta auspiciaba una formula conjunta y única con la UCR, mientras Mauricio se pronunciaba por realizar internas entre la Bullrich y Horacio, sin participación de otros socios partidarios. Ahora, en apariencia, se incluye en la posible porfía y se molestó con una declaración afrentosa de Patricia, hace pocos días, cuando lo mandó a un galpón de jubilados políticos.
Más distanciado se siente del ahora bonaerense Diego Santilli, le atribuye el martilleo en su contra en la cabeza de Rodríguez Larreta. Con el jefe de gobierno conserva otros disensos, considera —como siempre lo hizo— que no está bendecido con las características de líder que exige el momento actual y, en particular, cuestiona esa quimera para conseguir 70% de los votos en la próxima elección como mecanismo de unión en toda la sociedad. Por aquello de “juntos o dominados”, versión larretista de una frase del general. Para Macri, es una fantasía ese deseo, cree en su propia revancha contra los Fernández y que solo hay que obtener 129 más uno en diputados para luego aplicar los DNU que se consideren necesarios. O llamar a referéndums, como sugiere Milei.
Si crece la aventura napoleónica de Macri, como aquel segundo intento del corso que acabó en Waterloo, no solo se abre un debate y una probable división en el Pro entre sus dos máximas figuras. También el efecto Macri alcanzará a la UCR, por ahora sin candidatos —aunque ya se lanza al ruedo Facundo Manes de la mano de Ernesto Sanz— y a la más desvalida aún Coalición Cívica de Elisa Carrió.
El ex Presidente ve una oportunidad, se desvanece el “todavía no” que lo caracterizaba cuando le preguntaban por la candidatura y revive a una contendiente como Cristina de Kirchner, quien dispone de un nuevo muñeco para golpear para consumo de su energía acumulada. Se comprende: la doctora se malquista con su equipo de abogados por los magros resultados en la Justicia en la protección de sus causas. Es que el pasado vuelve, como cree Macri.
Fuente: Perfil