Daño mínimo: si la oposición perdía, como ocurrió este miércoles en el Congreso con la cuestión universitaria —al igual que hace varias semanas frente al veto del gobierno por el tema jubilados—, se podría disipar el clima tóxico que enrarece la actividad política. Tal vez. Como las bombas de estruendo en las canchas de fútbol. Curiosa descripción: el fracaso de la mayoría no parece producir nada, o daños mínimos; en cambio, la derrota de la minoría oficialista amenazaba provocar un desastre. Delicias e incongruencias de la política.

Radicales, peronistas y la izquierda, a pesar de sobrarle ventaja y número de jugadores, no lograron aplastar a Javier Milei & Cia. Pero hoy ni siquiera echan a los directores técnicos que consumaron el fracaso. A su vez, el Presidente resistió la presión sin transigir en lo básico: sostener el instrumento del veto para mantener el equilibrio fiscal y no caer en déficit. Una entelequia en otros tiempos con décadas de inflación galopante. Y a pesar de ser el primer mandatario al que le han rechazado un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) en la historia del país, algo aprendió luego. Aprendió del revés, negoció, y ahora metafóricamente festeja con sus “héroes” presentes y ausentes en Diputados, una fiestita casera con torta horneada por su hermana Karina. Basta de asados.

Tampoco pudo “la calle” contra el gobierno con nutridas manifestaciones, dos imponentes, con universitarios que al margen de sus convicciones políticas, resultaron unos miserables, capaces de concentrarse y marchar por su plata, por los intereses corporativos y la mezquindad de proteger su presupuesto sin haber concurrido nunca a las manifestaciones de los exangües jubilados (la última, escuálida frente a las multitudes de sus nietos). Justamente, aquellos abuelos que entregaron su lomo por acercarlos a la Universidad, por forjarles un futuro, quienes sacrificaron cuerpo y vida en ese objetivo. Lamentable observación sobre una parte de la sociedad egoísta que, además, pregona solidaridad como guía y se desvive —eso sí— por resistirse al cambio climático u otras modernidades respetables pero incomparables con el destino frugal, lastimoso, de los mayores mal pagos.

Si, en cambio, hubiera sido vencido el veto en Diputados, las consecuencias habrían diferido de este epílogo por ahora nervioso, de esas protestas juveniles que en otras oportunidades, por ingenuidad o habito de cardumen, provocaron lo contrario de lo que pretendían. Hasta convertirse en estúpidos imberbes, los izquierdistas por ejemplo, que en la primera visita de Fidel Castro al país —a poco de consumarse su acceso al poder en Cuba— lo corrieron a tomatazos, se le burlaban al barbado antes que Woody Allen y lo denunciaban por entreguista y fusilador. Casi en defensa de Fulgencio Batista. Sin duda, gente apresurada, mal informada, imbéciles de comité que más tarde convirtieron al dictador —hubo cambios en la isla, claro— en un tótem a escuchar en los paraninfos universitarios con unción religiosa. Como la última monserga de Castro en la Facultad de Derecho, en tiempos de los Kirchner.

Un resultado adverso para Milei, en cambio, hubiera revivido las penosas derivaciones de la frustrada Ley Mucci (fracaso por un voto de la democratización sindical) que afecto la imagen y los proyectos de Raúl Alfonsín luego de obtenida la democracia. O sea, desgaste prematuro del Ejecutivo, freno o caída en los mercados —los activos argentinos hoy crecen y ni siquiera se detienen para la tradicional toma de ganancias—, temor por la cotización de dólar y la revertida inflación. Todo por plata del contribuyente, poca sin duda, pero mal auditada: los alumnos salieron a defender la no rendición de cuentas, transparentes los muchachos. Quizás, si el resultado en la Cámara hubiera sido otro, el desquicio provocado por la prevalencia opositora de los dos tercios, generaría un nuevo control sobre los actos de la Casa Rosada. Un cambio en un sistema presidencialista. Y, también, la puesta en punto de partida de algunos rabiosos críticos que sueñan y expresan la necesidad de voltear legislativamente al excéntrico Milei.

Lo dice Guillermo Moreno, quien además ensalza a la Vicepresidente Victoria Villaruel —a la que visita y conversa en el Senado—, presunta beneficiaria si se pudiese ejecutar el alejamiento del mandatario por juicio político. No es el único del peronismo, otros próceres partidarios discretamente caminan en la misma dirección. Así abundan los conflictos inesperados, Elisa Carrió contra Patricia Bullrich, una acusando a la otra de comprar dirigentes (uno por uno) para el gobierno y la funcionaria respondiendo que Carrió participo en la campaña electoral más cara y corrupta de la historia junto a Horacio Rodríguez Larreta (las mentas hablan de 80 millones de dólares tirados a la basura). El escándalo, comentan, hizo suspender la presentación al público de la línea de ropa “by Lilita” y, luego, con cierto hallazgo literario se despachó “ella, en la ciudad, pregonaba en abstracto y agarraba en concreto”. No va a quedar así esa insinuación, creen los Lilitos.

A su vez, Miguel Pichetto se destaca en las trincheras como un contrincante que Milei no imagino, ya que lo sabe de comunión habitual con Mauricio Macri (fue su candidato a Vice) y ahora se hiperventila discretamente con Carrió. No estaba en los cálculos. Hasta de esas combinaciones nuevas hablaron en el encuentro Macri y Santiago Caputo, el que garantizo la preservación en Diputados del veto. El expresidente lo saco de su guarida al Caputo junior y lo cargo de reproches, consintiendo que sera el “último acto de amor” hacia Milei. Habrá que convenir que ya se sometió a demasiados actos sin recompensa y casi con placer femenino. Igual, ahora juran un compromiso de ambas partes y, para evitar traiciones y desaliños, se encontraron en una escribanía en secreto: quizás para dar fe de que van a cumplir.

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