Ocho grandes bailes ocho”. Se replica ahora con “tres combates tres” aquellos entretenimientos populares del siglo pasado, con la gente común disfrutando con la danza en Carnaval: se entusiasmaban con propuestas de ocho bailes, una típica, algún conjunto tropical y ciertas vulgaridades del swing hasta que aterrizó el rock. Ahora, en el otro espectáculo de peleas, nadie baila ni se mueve, espera que alguien salga despedido del ring luego de los mamporros característicos, reviviendo el Luna Park del 1900 y pico.

Los carteles y el animador anuncian: un semifondo entre Jorge Macri y Horacio Rodríguez Larreta, otro entre Santiago Caputo y Mauricio Macri y, la estelar, el match de Javier Milei contra Victoria Villarruel. Todo por un mismo precio. El resto de la ralea pugilística requiere de más entrenamiento, ninguno supera la balanza ni ofrece knocks out memorables, menos son convocados a los amateurs boxings de barrio.

Al ex jefe de Gobierno porteño le entró agua ácida por distintos frentes: ni él podía imaginar una constelación tan negativa en los últimos días. Primero, para la desgracia familiar de Horacio Rodríguez Larreta, hace unas pocas jornadas murió el padre de su novia y colaboradora, Milagros Maylin, justo antes de la boda y por la cual el escribano tenía enorme expectativa: un disgusto doloroso que complica el evento, al menos la luminosa festividad del acto. A su vez, uno de los hermanos de Horacio se ha ido a vivir al mismo edificio y nadie sabe si tiene la alegría del soltero o la tristeza del solitario.

Por si fuera poco, para la atención de la telenovela, una querida ex parienta descubrió el glamour de un generoso bon vivant, famoso por alguna Ferrari o un portentoso barco que estacionaba en Montecarlo, requerido por varias damas debido a su elegancia de galán americano y, obviamente, una billetera monumental engordada por su relación comercial con un gremio. Se lo conoce como el “señor cloro”. O “míster cloro”, si se encuentra en el exterior.

Villarruel percibe amenazas

Pero esas novedades traumáticas y domésticas parecen nimiedades para el ex alcalde, quien de pronto fue sorprendido por una denuncia de la administración que él mismo nombró, y por la cual tendrá que dar explicación judicial. Inesperado coletazo a ocho meses de la salida de su reino que Jorge Macri, el reemplazante de su investidura capitalina, hombre de su partido y elegido por él mismo como sucesor, se ha desligado o propiciado ensayando una verónica del toreo.

Como siempre, la cuestión es plata: la Intendencia ahora se niega a hacerse responsable, por el exagerado precio, de una concesión comprometida a dos o tres empresas que les encanta trabajar para la Ciudad en el acarreo de vehículos. Curiosamente, los adjudicatarios parecen vinculados al gremio de Camioneros, instituto tan afectado por la decisión de Macri que se volvió revulsivo para defender —dicen— la fuente de trabajo. Habrá que creerle a los dirigentes a pesar de que algunos insidiosos suponen que el impacto de la decisión municipal dañó la tesorería familiar de los Moyano, aunque el grupo de cuatro ruedas jura carecer de vínculos con los ex beneficiados por el negocio.

Asombra la reacción inmediata de Pablo en jefe, cuyos camioneros porteños arrojaron la basura en las calles en señal de protesta como si el peronismo hubiera sufrido el segundo secuestro del cadáver de Evita. Tal vez el controversial episodio explique cierta conducta pasiva de los Moyano en tiempos de Rodríguez Larreta y, también, cuando administraba Mauricio Macri. Siempre decían que la basura los ensamblaba, ahora parece también que el pegamento se llama acarreo. Otro dato a observar: ni la Policía municipal ni las fuerzas de Seguridad dependientes de Patricia Bullrich se interesaron por evitar o castigar la inmundicia arrojada a los vecinos. Tal vez allí hay otra interna.

El otro match de semifondo involucra a Santiago Caputo, un candidato a ser demonizado por la oposición junto a Karina Milei, como es habitual en todos los gobiernos: pegarle a los influyentes del poder, lo merezcan o no. Es atávico. El ascenso envidiable de Caputo en el gobierno provoca escozor y, para colmo, a él le conceden una arbitraria personalidad, presuntamente manifestada en un lapidario mensaje suyo en las redes contra Mauricio Macri. Repentino. Y cuando en apariencia hay negociaciones entre las partes para darle ejecutividad a la Ley Bases.

Rara la situación: el ex Presidente, quien en 10 días ofrecerá un discurso, reconocía hasta hace poco tiempo que “la persona con la cual mejor se podía hablar en el gobierno” era Santiago Caputo. Si se confirman los agresivos dichos de Caputo, esa opinión de Macri puede modificarse: le achacó un rotundo fracaso a su gobierno, le imputó falta de convicción y energía para gestionar al tiempo que hoy le reprocha una avidez impropia para reclamar cargos públicos a favor de sus cercanos.

Parece desconfiar de la generosidad del fundador del PRO y, sin que lo haya corregido Milei —está de viaje olímpico con la hermana en el Campo de Marte— aduce que el favor de aportar materia gris al gobierno es una excusa demagógica para armar su propia rosca. Quizás alguien aclare este desorden entre gente que se reconoce liberal.

La espuma del ego

Además de la máxima confianza de Milei, quien lo considera un hermano menor y lo habilita para decidir políticas, cargos, el orden comunicacional desde la Casa Rosada y cierta discrecionalidad en el área de Inteligencia —ahora más valorada por una partida extraordinaria del Presupuesto— a Caputo lo nominan en la cabeza de un núcleo de hombres de su misma generación (bordeando los 40), casi todos formados en colegios de zona norte y en general simpatizantes indiscriminados del PRO y del ómnibus mileista. Entre ellos no hay disputas. En todo caso, la riña es entre el funcionario y Macri.

En ese conjunto de figuritas que acompañan a Caputo, por ejemplo, aparecen los hermanos Neuss, uno compañero de colegio del funcionario, provenientes de una familia que supo hacer negocios prósperos con el estado en tiempos de Carlos Menem. Hoy, este dúo familiar parece interesado en operar energía y minería, en particular en áreas petroleras de Santa Cruz y otras provincias, apartadas del régimen privatizador que ofrece YPF (empresa en la cual Caputo también designó gente de su entorno y en la que ejerce, según dicen, una notable influencia).

A propósito del rubro energético, asombra la disputa política por el lugar a instalar una planta de conversión de gas, entre Milei y el gobernador Axel Kicillof, mientras nadie repara en la asociación o alquiler que Pan American Energy (léase los Bulgheroni) ha realizado con una empresa noruega para instalar en el sur, cerca de Las Grutas, a 7 kilómetros de la costa, un barco exportador que se ocupará de convertir en gas líquido lo que llegue del continente por medio de una conexión. Se habla de inversiones fantasiosas, lejanas, y no se menciona este proceso.

Son, entonces, los cruces de Rodríguez Larreta con Jorge Macri y el de Santiago Caputo con Mauricio Macri las antesalas del combate de fondo entre la Villarruel y Milei, uno orgulloso de entrevistar en Paris a su colega Emmanuel Macron, justamente al que le negó una audiencia cuando este se la pidió estando juntos en Davos. Raro.

Y, la otra, visitando seguido el norte del país, con vistosa ropa gauchesca, como si tuviera el corazón en Catamarca, Salta o Jujuy. Raro, también. Son dos rivales que han pasado del estudio y el punteo a registrar diferencias por golpes según el jurado. Un sábado a la noche que promete estirarse más a allá de los “Ocho grandes bailes ocho” de antaño.

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