Por una rara simbiosis, Javier Milei y el Papa han convertido a Miguel Pichetto en su principal enemigo. Justo dos personajes que no son entrañables amigos. Pero, ocurre que ambos, han dejado de existir — o bajaron de categoría prime— a voluntarios de la política, Cristina, Massa, algún gobernador o espontáneo de la izquierda, Lousteau, Macri. Momentáneo estrellato el de Pichetto, casi un atrevimiento tal vez, el eclipse de la oposición ha dejado un vacío enorme que vuelan hasta aquellos que carecen de territorio o votos. Solo con la palabra se mantienen o progresas. Caso del hombre que en su momento compartió fórmula presidencial con Macri. Con menos años y paciencia, Milei salió a reprender y tildar a Pichetto de “ignorante” en cuanto medio esté a su alcance. Lo mejoro por decreto oral en la grilla de partida. A su vez, más discreto o sibilino, Francisco le ha confesado su hartazgo y mal humor a quienes lo han visitado en Roma: aunque rejuvenecido, las declaraciones públicas de Pichetto sobre la Iglesia y su investidura le provocaron cierto malestar hepático difícil de disimular. El titular del bloque de legisladores de Innovación Federal se ha transformado en un Anticristo de su propia tierra.
Quizás Pichetto algunos méritos ha realizado en ese sentido: de Milei advierte que es el capitán de una suerte de Titanic rumbo a una colisión social en el primer trimestre del año próximo. Y a Bergoglio le reprocha una inmersión dañina y pretenciosa en la vida política argentina, interpretando venganzas y mezquindad contra Julio Argentino Roca que separo a la Iglesia del Estado al tiempo que lo denuncia por agregarle calentura al ambiente local objetando el lanzamiento de gas pimienta para mantener el orden en ciertas manifestaciones. “En vez de pagar justicia social, el gobierno paga el gas pimienta”, difundió desde su refugio-trinchera en el Vaticano. Lo singular es la coincidencia de dos personas que discrepan a menudo, jefes de Estado medianamente pudorosos uno versus al otro, que se atraen sin embargo en una misma empresa y contra un mismo rival que no figuraba en los cálculos de nadie, cuyo desarrollo o crecimiento solo progresa si el pais atraviesa una crisis institucional. O sea que el Papa y Milei estan creando un personaje con escaso destino polìtico.
Como se sabe, si Milei se enfurece contra los “ecochantas” que critican su gestión, más desprecio le provoca un Pichetto que no paso por esa facultad y opina de economía anticipando tormentones futuros. Más lo irrita que el legislador asocie su administración a la que en tiempos militares piloteó José Alfredo Martínez de Hoz (otro que no asistió a esa facultad), de escasa similitud técnica salvo por la mutua y vacua declaración de liberalismo y la imposición de una tablita cambiaria, instrumento que entonces gesto un actual admirador del gobierno, Ricardo Arriazu. Para colmo, a Pichetto no lo rodea una corte de profesionales del rubro, ni siquiera aficionados al contraste de número. Son prescindentes de ese ejercicio quienes comulgan diariamente con el titular del bloque Innovación Federal. Léase, por ejemplo, al exgobernador y efímero mandatario nacional Ramón Puerta, el ex defensor del pueblo Eduardo Mondino, el sureño Jorge Franco, Emilio Monzó, el sindicalista Dante Camaño, Nicolás Massot, Margarita Stolbizer o el ex embajador Poli Lohle. Tampoco parece que el relieve económico se nutra con otra escudería especializada de la oposición, por ejemplo la que abastece con cotidianidad a Macri. Léase en este caso, a Hernán Lacunza, Guido Sandleris, Luciano Laspina Nicolás Dujovne. A pesar de que la relación Macri y Pîchetto permanece intacta aunque bajo sospecha: luego que el expresidente negociara con Santiago Caputo en una reunión secreta su último acto de amor a Milei para impedir que en Diputados se bloqueara el veto a la ley universitaria, apenas concluyo el cónclave fue directamente a las oficinas de Pichetto. A relatarle, claro, los pormenores del intercambio que había tenido, no particularmente cordiales. Es cierto que esa velocidad de Macri para trasladarse ofrecía una conveniencia física: la escribanía del encuentro estaba cerca del estudio de abogado. Hasta llego más temprano de lo convenido.
Momentáneo parece el protagonismo opositor de Pichetto, mas mediático que efectivo y por los agujeros negros que brinda la oposición: el resto de los caciques están revueltos, confundidos, mareados. Cristina lidia demasiado para convertirse en titular del PJ este sábado con su línea “Primero, la patria”: una rebeldía inesperada en su contra comandada por un fácilmente destruible gobernador Ricardo Quintela al que hasta el jefe de Gabinete Jorge Capitanich de la dama acaba de firmar por una lista opositora.
A su vez, después de reaparecer en la marcha universitaria, Massa presenta su postergado libro en noviembre con escasa convicción. Mirar para ver. Macri, por su parte, confía en una buena performance en el torneo mundial de bridge que lo rescate del hurto diario de adeptos que le realiza el mileismo y los radicales enfrentan una explosión interna pocas veces imaginable. Seguirá entonces Milei golpeando a Pichetto, este al gobierno revaluando su antagonismo y el Papa mantendrá en suspenso su promesa de regreso a la Argentina: hizo los deberes en los últimos sesenta países, poblando su agenda con visitas de compatriotas. No necesita conocer nada más. Pero lo retiene otro miedo: el pavor a un conflicto superior en el Medio Oriente, en particular estos días antes de las elecciones en los Estados Unidos. No es lo mismo que gane Kamala Harris, quien mantendría el sostén económico para una guerra de baja intensidad, a que el triunfo vaya para Donald Trump. A pesar de su explícito favor por Israel, ya aviso que no habrá tantos fondos para la administración de Netanyahu. Y ese recorte, el “no hay plata”, quizás precipita los acontecimientos.
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