Esta vez, la inferioridad de River fue irreversible, en el juego y en el resultado. Y de no mediar Franco Armani pudo ser peor. Después de cuatro años quedó al margen de las semifinales de la Copa Libertadores. Se lo impidió un Atlético Mineiro que estableció nítidas diferencias en la serie. De local acentuó la superioridad que ya había mostrado en el Monumental. River se despidió tras una derrota por 3 a 0, que también es una sentencia para el fútbol argentino: por primera vez desde 2010, cuando Inter de Porto Alegre eliminó a Estudiantes, no habrá representantes de nuestro país en las semifinales. Un declive continental a nivel de clubes –la foto es la misma en la Copa Sudamericana-, justo en el año en que el seleccionado obtuvo la Copa América después de 28 años.

Las semifinales de la Libertadores ya tienen a tres brasileños: Atlético Mineiro enfrentará a Palmeiras y Flamengo, que barrió a Olimpia, espera por Fluminense o Barcelona de Guayaquil. Puede darse un póker brasileño para certificar la hegemonía.

River sufrió al increíble e indomable Hulk, autor de un partidazo por potencia, el gol, las asistencias. Fue un tormento para River este delantero de físico hercúleo, que estuvo muy bien acompañado por el argentino Matías Zaracho, otra de las figuras de la noche, por el chileno Vargas y por el venezolano Savarino. Una sinfonía ofensiva que aturdió a River, que apenas si pudo levantar la voz cuando atacó.

Después de más de 500 días, River volvió a jugar en un entorno con público, por la habilitación para la asistencia de 16.000 espectadores en el inmenso Mineirao. Al menos en la cuestión ambiental, River sintió la condición de visitante como hace rato no ocurría por las restricciones que impuso la pandemia. Cada posesión de River estuvo acompañada por una estruendosa silbatina.

De arranque, Mineiro buscó al corpulento Hulk para aguantar la pelota y combinar con los media-puntas que llegaban desde unos metros más atrás. Esa fórmula le permitió generar dos situaciones de gol antes de los cinco minutos, con una tapada de Armani a un remate de Savarino -asistido por Hulk- y un cabezazo apenas desviado del chileno Vargas, que se anticipó a la salida del arquero visitante. Enseguida, un tercer aviso para una defensa que no hacía pie: Armani tapó un remate de Zaracho dentro del área.

Como tantas otras veces, Marcelo Gallardo dispuso una alineación que no estaba dentro de las previsiones, con el regreso de una línea de tres zagueros, a partir de la inclusión de Jonathan Maidana, que en partidos anteriores había sido superado en acciones veloces. Más allá de la búsqueda táctica, el Muñeco llegó condicionado por la baja del suspendido Enzo Pérez y un Nicolás de la Cruz que empezó en el banco porque acaba de salir de una lesión muscular y no se encuentra en su mejor condición física. Titular ante Vélez, cuando pidió ejecutar un penal para tomar confianza y convertir su primer gol con la camiseta de River tras el paso en préstamo por Defensa y Justicia, Enzo Fernández formó el doble pivote con Bruno Zuculini. Pero al Muñeco no le funcionaron el pizarrón ni la piezas. No encontró antídoto para pelear la clasificación con posibilidades reales. Mineiro ni siquiera acusó la ausencia de Nacho Fernández, expulsado en el Monumental.

River tenía dificultades para hacerse de la pelota en los primeros minutos; no encontraba salida con Enzo Fernández ni Zuculini, tampoco podía lanzar a Casco y Angileri en su función de carrileros. Pasados los sofocones del inicio, que bien pudieron ponerlo en desventaja, River equilibró el desarrollo, llevó el juego más cerca del área local, con Álvarez como enlace de Suárez y Romero. Justamente, la situación más propicia fue con una conexión entre Álvarez y Suárez, cuyo remate exigió una gran atajada de Everson.

Pero la defensa de River se volvió a ver desbordada por un Hulk incontrolable para Maidana y Martínez. El delantero se creó el espacio para asistir a Zaracho, que picó desde atrás y definió con una mezcla de chilena y tijera. Un golazo.

La serie se ponía más cuesta arriba ante un rival que, como en el Monumental, volvía a demostrar que podía lastimar, con capacidad de ser profundo en un par de movimientos. Hulk y Vargas eran un dolor de cabeza para los zagueros.

Por cada intento de River, como una entrada profunda de Álvarez que tapó Everson, Mineiro respondió con estocadas letales. Gallardo buscó un reacomodamiento -Paradela por Maidana, con lo cual se formó una línea de cuatro- que fue castigado enseguida por el equipo de Cuca. Como si Díaz y Martínez no se hubieran enterado que ya no estaba Maidana, dejaron un amplio hueco central por el que desfiló a gusto Hulk, que definió con un exquisito toque por encima de Armani. Atlético volvía a golpear a un River de guardia baja.

Al margen de extrañar el oficio de Enzo Pérez y lamentarse porque en la franja derecha ya no tendrá más la turbina de Montiel, River también mostró fallas estructurales. No estuvo compacto, dejó espacios entrelíneas que fueron el deleite de los jugadores de ataque del Mineiro.

Para peor, Angeleri, que llegaba físicamente muy con lo justo por una contractura muscular, no pudo ingresar para el segundo tiempo. Lo reemplazó Vigo y Gallardo buscó un revulsivo con De la Cruz por Zuculini. Del River intenso y agresivo solo había tímidos indicios. Impotente en varios pasajes. Todo lo contrario al portentoso Hulk, que le sirvió el tercero a Zaracho, pero el ex-Racing definió alto frente al arco.

River, estático, se exponía mucho. A la salida de un córner volvió a quedar mal parado y la llegada al fondo de Savarino encontró el cabezazo cruzado de Zaracho para el 3-0. Fiesta total de Mineiro. El alivio de River pasaba por la decisión de Cuca de ponerle fin al show de Hulk, reemplazado a 20 minutos del final.

Ya con la historia resuelta, River tuvo alguna aproximación con un tiro libre de De la Cruz -gran atajada de Everson- y un par de llegadas de Girotti. Acostumbrado a competir hasta las últimas instancias de cada serie, esta vez River se quedó muy corto, como nunca antes en la Copa Libertadores desde que lo dirige Gallardo. La sensación de que el equipo venía prendido por alfileres se profundizó. Hay jugadores que ya no están y otros que deberán potenciarse. Es un trabajo que Gallardo ya hizo otras veces y está en él si lo querrá acometer una vez más.