País de rarezas. Cuando el estatista presidente Fernández amenaza, en nombre de la Cristiandad, hasta la beneficiosa ocupación y quita del terreno que un padre ahorró para sus hijos, los títulos o acciones argentinas se recuperan en un raid sorprendente. Justo ocurre esa remontada cuando una diputada favorita de Cristina en el Patria y promotora del no pago de las deudas, Fernanda Vallejos, declara que hay que subir más los impuestos (bienes personales) en una tierra ya perforada por la carga tributaria. Poco explicable, entonces, ese afán de compras en el mercado financiero, la atracción por una plaza cada vez más intervencionista y cargada de dinamita política. Como si fuera cierta la dependencia del cautivo con su verdugo, del sádico y el masoquista, se produce el milagro de que fondos extranjeros –los que iniciaron el rush– parecen ver lo que en general no ven los argentinos. Y les costará hacerlo.
Puede asombrar otro fenómeno: la coincidencia de la llegada a los Estados Unidos, por vía separada, de un grupo del PRO encabezado por María Eugenia Vidal y su pareja, junto al ex ministro Hernán Lacunza (también estaban allí Cristian Ritondo y Alex Campbell) y otra delegación oficialista presidida por Sergio Massa en la amable compañía de Sergio Chodos, álter ego de Martín Guzmán en Economía. Viajeros desconectados en apariencia, aunque embarcados en reuniones quizás clave con el gobierno Biden. Graciosa gira si uno repara en la hostilidad de la administración de los Fernández con Washington, sea por su visible amoroso afecto con China, Rusia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, o por la no condena a Hamás y la simpatía con un Irán cada vez más entusiasmado por sus logros en el enriquecimiento de uranio. Lo más probable es que lo de Massa y Vidal sean corredores diferentes, pero uno recuerda aquel propósito conjunto que integraban junto al hijo de Cristina, Máximo, a favor de un periplo por Washington rogando piedad para que no se ejecuten las deudas argentinas en los organismos internacionales. Se frustró en apariencia aquella iniciativa, y Máximo, sin duda, ahora no desea manchar su pasaporte con un sello de barras y estrellas.
“Sergio Tomás”, el nombre completo que utilizan para denominarlo a Massa en la cercanía sus simpatizantes, almorzará mañana con Juan González, el funcionario más alto en la relación de Biden con Iberoamérica. Le devuelve el asado que el mismo Sergio Tomás le había brindado al influyente del National Security Council en su visita a Buenos Aires, tenida gastronómica con provecho regional y personal. Se supone que es el encuentro más importante de toda la gira, en la que Chodos actuará como bastonero. Hubo un cambio en la relación entre ambos: Sergio Tomás solía no contemplar a su homónimo en los temas de economía, lo bombardeó cuando se debatió la deuda privada y, se sabe, objetó varias veces a Guzmán en el templo de la Rosada. Pero ahora se necesitan para prometer lo que no se va a cumplir y mejorar la relación con fondos y eventuales inversores, vínculo que el diputado cultiva desde hace muchos años a través del inversionista David Martínez. Otra reunión importante ocurrirá en el campo legislativo: está prevista una entrevista con un legislador que disfruta del lobby de Pfizer, quizás se aproxime a un deshielo con esa compañía por el tema vacunas (siempre Massa consideró la inmunización como una llave para imponerse en las elecciones de este año). Podría disgustarle a Cristina esta incursión de su socio minoritario en el imperio, pero no dispone de fortaleza para desprenderse de Sergio Tomás si lo deseara: es fuerte la conexión con su hijo y, por otra parte, un despido antes de las elecciones le dañaría la unidad en su frente, ya castigado por las encuestas. Solo le queda realizar mohínes desagradables ante los acontecimientos. Además, si no pueden apartar a Massa, también es cierto que él no se puede ir: le costaría mucho en el futuro despegarse de la estela kirchnerista, reconquistar una imagen de antaño, de cierta rebeldía. Está sin otro destino, jaque perpetuo.
Vidal, como se sabe, es una pupila de Horacio Rodríguez Larreta, el mayor amigo de Sergio Tomás –entre otras acepciones– en el frente opositor, con quien disfrutó el trencito de la alegría cuando ambos apoyaban a Palito Ortega. Con la ex Heidi colaboró en Provincia y, junto a Máximo, dibujaron una representación multipartidaria para pedir clemencia con la deuda. Aunque coinciden en el viaje, esa iniciativa está lejana, aunque nadie sabe la razón por la cual María Eugenia se hizo acompañar con Lacunza si su gira se remite a la política y a un encuentro en la OEA: debe saber más que otros sobre la deuda en vías de default de la provincia de Buenos Aires, tema que irrita en el Norte. Ritondo no es parte del juego a pesar de su intimidad con Massa: se limitó a quedarse en Miami, a una plática sobre seguridad. Ya volvió. En cuanto a la ex gobernadora, un día antes de viajar reunió a sus seguidores y les confirmó que ella no irá como candidata en la lista de diputados bonaerense. No precisó, en cambio, su rol futuro en la Capital, si competirá o no en una interna con Patricia Bullrich. Lo que parecía un paseo se ha vuelto un sendero fangoso.
Se disipan entonces ciertos misterios sobre un viaje coincidente, oficialismo y oposicion. Más neblinosa, en cambio, parece la actitud especulativa –para usar la jerga cristinista– de los fondos que han hecho levantar los precios de activos financieros argentinos: dicen que se acómpaña la suba de Brasil, que los precios locales estaban demasiado bajos, que procede el cambio de índice (emergente por frontera) obligando a tener en cartera este tipo de activos peligrosos, que algunos se anticipan al futuro resultado electoral contrario al Gobierno o, más intrépidos aún, que fijan posiciones con anticipación a lo que pueda ocurrir en 2023 con la continuidad del gobierno de los Fernández. Hay antecedentes históricos en ese sentido. Para muchos argentinos, esas explicaciones se tornan insuficientes y, en cambio, se confunden con un Fernández cada vez más disparatado, anticipando que podría volver al impuesto a la herencia o que será capaz de quitarle una habitación a un propietario de departamento para cedérsela a un indigente. Empezando por él, sin duda, que tiene su locación vacía en Puerto Madero. U ocupado en ciertas ocasiones. Más grave esta tendencia que esa dedicación superficial a la historia que le permite ignorar la llegada de Hernán Cortés a México o la de Pedro I a Brasil, quien impuso la independencia y la constitución de ese país. No alcanza con un mínimo y erróneo cancionero popular para nutrir la cultura de los argentinos.
Fuente: Perfil