Sergio Massa descubrió que resulta más sencillo leer la borra del café que consultar a una gitana. Es más barato, evita intermediarios y solo él se entera de que los múltiples problemas actuales se volverán más complicados luego de la elección del próximo domingo. Ducha fría en un invierno helado. Por lo menos, en relación con otros rivales políticos, léase Patricia Bullrich u Horacio Rodríguez Larreta, aunque uno de los dos quede afuera, a la intemperie, dentro de siete días. O el mismo Javier Milei, quien completa el cuarteto de los reales competidores. Veamos el augurio de los densos restos de la infusión turca.

1) Después del comicio, le toca al ministro volver a lidiar con el FMI, a soportar el juicio del Sanedrin por la incompleta negociación por la deuda. Sin un comeré en el bolsillo. Parece que el instituto persiste en exigir una devaluación sustancial antes de acordar: una bomba en el alma del kirchnerismo, ya que corazón no tiene, sería una conmoción violenta en la sociedad, igual que la provocada por Axel Kicillof cuando fue gobierno con Cristina. Ni hablar del impacto sobre salarios, jubilados, deudas de empresas públicas o provincias, filosa navaja en la garganta general.

2) El índice de inflación de agosto, a conocerse en septiembre, anticipa un guarismo escalofriante, cercano al 10%, por factores diversos como la suba de la carne, incremento de tarifas o derivaciones de la adecuación del tipo de cambio. Ya vienen nubarrones este mes. Un dato político: recordar que Cristina volteó la candidatura de Wado de Pedro, luego de haberla emplazado pocos días antes, justo cuando se conoció el índice del 8,4%. Pensó que era mejor humillar a su delfín que descuartizarlo.

Estas dos contingencias nublan a un Massa ya nervioso a pesar de que presume, como publicita uno de sus spots, su capacidad para “salvar las papas calientes”. Si bien actúa como prestamista de último minuto en el peronismo, tropieza con dificultades también para las primarias al competir con el enviado de Dios, un Juan Grabois que aspira a sacar 6 y no 3 puntos en el final. No es lo mismo, claro. La Cámpora le dice a Massa que lo apoyan, que no se preocupe por la performance de Grabois, cuyos votos de circunstancias luego irán a la misma bolsa que, por su cuenta, el ministro jamás habría obtenido. Además debe superar pleitos: con Kicillof, por ejemplo, interesado en obtener más votos que él en la Provincia, y deslindarse de rencillas que enturbian al gobernador-economista y lo enfrentan con otros miembros de su gabinete, caso Martín Insaurralde, el Cuervo Larroque o influyentes como Máximo Kirchner. Plata y poder.

Desconcierta el alboroto bonaerense cuando Cristina se fotografía con el ortodoxo Fernando Espinosa en La Matanza y Massa lo hace con la entrismo Cubría de Pérsico. Se supone que debía ser al revés. Tampoco pudo entenderse la intolerancia de Massa con su excofrade Julio Zamora, en Tigre, al que le bloqueó participar en una lista a la que pertenece por favorecer a su esposa Malena. Imposible de explicar desde la política esa actitud caprichosa y la incubación de un engendro hacia el futuro. Ni hablar del traspié protagonizado por Cristina: no sabe defender a uno de sus intendentes propios, quien estuvo con ella en los peores momentos, una advertencia para quienes la imaginaban una leona protegiendo a sus crías. Procedió con un retrato en su contra.

Si a Massa lo acecha una post-PASO negra para su candidatura presidencial, ahora las turbulencias acosan al enfrentado dúo de Patricia y Horacio. Se dirime la claridad este domingo. Mauricio Macri tuvo que intervenir para que no explote el espacio político común y, por ejemplo, vía Fernando D’Andreis –su clon con capacidades diferentes–, logró imponer que los dos contendientes fijaran domicilio común (en la Costanera) para esperar el resultado de los comicios. Final de barra brava. Además, Mauricio intentará mañana compartir una fotografía con ambos, mensajes hippies de amor y paz, y el miércoles firmará un comunicado de unidad con el deseo de mantenerse todos juntos al margen de las vicisitudes actuales. Como si él no hubiera sido el promotor de la división entre Rodríguez Larreta y la Bullrich. Jugaba mal al fútbol, no se sabe si es mejor árbitro.

A Macri lo inquieta una división en el PRO de alcance nacional y, en particular, en la Ciudad, en su tierra próspera; teme que el devenido radical Martín Lousteau le pueda arrebatar el dominio a su elegido primo, Jorge Macri. Impreciso final. Resulta graciosa la competencia entre ambos por intermedio de marcas de alfajores: al pariente de Mauricio lo promueve hasta su propia mujer con videos adhoc con el alfajor “Jorgito” en la mano. Mientras, al delgado Lousteau lo identifica con otra marquilla capciosa, le reservan el título “Cachafaz”. Raro que no participe Havanna en estos gajes de la pelea. Se aterra el ingeniero boquense por el consumo del postre, a ver si pierde cierta conducción capitalina, parte de su liderazgo y, sobre todo, emprendimientos pendientes. Nunca le perdonará a Rodríguez Larreta haberle cedido tanto terreno al sector radical que puede desalojarlo de la Ciudad y mandarlo a vivir a la FIFA.

También hoy como tantos otros, Mauricio empieza a entender que su preferida Patricia es leal, pero indómita, terca en sus decisiones. Cuando sus asesores le recomendaron que no utilice más la palabra “blindaje” en sus apariciones públicas porque recordaba un mal momento de Fernando de la Rúa, ella fue de inmediato a la televisión para repetir de nuevo la palabra “blindaje”. Y más tarde le hizo explicar ese término a su álter ego económico Luciano Laspina en una decisión políticamente poco explicable. También ella resiste al pedido de algunos miembros del círculo rojo que le han planteado la conveniencia de notificar que Carlos Melconian será su futuro ministro de Economía en el caso de que ella llegara a la Presidencia. Los empresarios consideran que ese anuncio le otorgaría una cobertura profesional más sólida, un blindaje para seguir en la corriente, del que ahora no cuenta según ellos, vistas sus debilidades orales en la disciplina económica. Infructuoso el trámite, es devota de Laspina, su acta de independencia. Después, verá. Se cargó en sus guerras con la particular y reciente pugna desatada con Milei, quien la responsabiliza por denuncias poco solventes que lo han lastimado. Como compiten en la misma franja, el libertario ya la ha puesto en el mismo nivel de desprecio que a Rodríguez Larreta, convencido de que a pesar de los vendavales en su contra será el cisne negro del próximo domingo. Primera fecha del juicio.

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