La palabra “traición” implica otro vocablo: “Venganza”. Son voces que suelen ir juntas, continuadas, como si una requiriera de la otra. Muchos aguardan esa conjunción explosiva dentro del PRO, entre un calabrés rencoroso (Mauricio Macri) y un descubierto florentino de reciente iluminación maquiavélica (Horacio Rodríguez Larreta).
También el comienzo de refriegas y extorsiones que prometen no comprometer la unidad de la coalición opositora antes de las elecciones. Cinismo pleno además de difícil vaticinio: las guerras, en muchos casos, fueran producto de errores de cálculo por la ira de sus protagonistas.
No todo es cólera a pesar de la palabra “traición”. Quizás Macri entiende la racionalidad de la maniobra de su ex dependiente al poner en riesgo el patrimonio político del PRO en la Capital Federal y, al mismo tiempo, preferir su propio interés como candidato presidencial: como ya no puede pescar Rodríguez Larreta en la laguna del Pro y de cierta tendencia liberal, busca otras reservas de agua para capturar radicales, peronistas o gente de Carrió para su proyecto. Movida maestra o ridícula sobre su destino: abre las puertas a una ocupación radical en un territorio porteño que el ingeniero suponía escriturado eternamente para él, su partido y su familia (todavía trata de imponer la dinastía del apellido con la postulación de su primo Jorge, sospechada legalmente).
El desafío ha sido un imprevisto para la “grandeur” de Macri, envuelto todavía en menudencias: un torneo internacional de bridge (a punto de ganarlo para menores de 80 años), un breve viaje al Uruguay, diversas charlas, y la concurrencia a la Fórmula Uno en los Estados Unidos. En esa siesta ociosa, Rodríguez Larreta le pegó un golpazo al decretar reglas electorales que no contemplaba ni alentaba, despierta la “venganza”.
Fiel a su estilo titilante, caviló bastante el jefe de gobierno antes de pronunciarse: hasta ensayó videos con resoluciones distintas previo al viaje a España con su pareja Milagros —cada vez más influyente en el gobierno capitalino, rezan algunos postergados, también en el carácter menos robótico del alcalde— para que ella le explicara a la titular de la Municipalidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, su expertise en tierras vulnerables del conurbano donde trabajó cuando fue funcionaria de María Eugenia Vidal. Raro encuentro: los visitantes argentinos presumen de una prudencia social demócrata, mientras la alcaldesa española es una autoridad de la derecha más retadora. Pero la campaña todo lo puede, el amor también.
A la vuelta, entonces, Horacio eligió uno de los testimonios a los que había dejado madurar en secreto con el que enfureció a Macri, controvertida arquitectura electoral para las primarias. De paso, para cargar las tintas del distanciamiento, recordó que el ex mandatario boquense, unos días atrás, no se había retirado de la contienda electoral por generosidad ni voluntad sino debido a que jamás podría vencer a cualquier rival en una segunda vuelta. Más nafta al incendio, otra provocación.
Respuesta macrista, enojada: si Horacio lanza el PRO al vacío es por la desesperación ante la pérdida de votos ante Patricia Bullrich y a la implacable mordida de Javier Milei a su sector (detalle a observar: Milei, con la ley en la mano, puede presentarse en las primarias porteñas como candidato a Presidente y a jefe de Gobierno en las dos urnas. Tema en estudio en su agrupación).
A propósito de este fenómeno político, en una cena del lunes le preguntó al consultor Guillermo Raffo que opera en Brasil por una comparativa entre el economista argentino y los pasados éxitos de Trump y Bolsonaro. Raffo contestó: “No hay que mirar a los candidatos sino a los movimientos que encarnan por el hastío de la politiquería, la incompetencia en el poder y la nulidad para administrar la economía. Quien interprete esas erupciones será un vencedor”. Por supuesto, ahora Raffo asesora a Macri.
En su entorno, Rodríguez Larreta se siente eufórico. Por fin cortó el cordón umbilical con Mauricio, se apartó de su desconsideración y el mal trato. Tardó muchos años y distintas terapias para sobrevivir a esa penuria. Aunque, al decir de Alfonsín, “a vos, gordito, no te fue nada mal”. Además, cree Horacio, que si llegara a ser Presidente no puedo repetir el papelón de sometimiento que revelaron Alberto Fernández con Cristina de Kirchner. Cree también que nunca podría acceder a la Casa Rosada mientras Macri lo desconcertaba con declaraciones y sostenía a su rival en la interna, Patricia. Demasiado obvio ese respaldo.
También el ingeniero deberá pasar horas con su “armonizadora” de cabecera: no puede creer que haya horadado tanto con su ego el espíritu del jefe de gobierno. Quizás la profesional calme una corrosión añeja revelada en un par de oportunidades, cuando Rodríguez Larreta no lo respetó como ex Presidente ni como jefe inmediato. Cada uno tiene lo suyo en la libreta de apuntes, resentimientos con letra de imprenta.
Martín Lousteau está en el palco de los ganadores: jamás se encontró tan cerca del tesoro porteño. Comparte con numerosos radicales esa alegría llegada del cielo, en particular con su referente Yacobitti y Enrique Nosiglia, conocido por su tirria con Macri. Curiosamente, también festeja con ellos y va del brazo Elisa Carrió en la campaña electoral, quien se aburrió de denunciarlos y arrancarles la piel. Pero, ya se sabe, siguiendo con los florentinos, la política tiene poco que ver con la moral. Aunque algunas vendan lo contrario.
Otros felices sin haber visto son Alberto Fernández, quien jamás toleró que el ingeniero lo humillara con votos en la Capital, Cristina que detesta a Macri por herencia de su marido Néstor y, en particular Sergio Massa: ya convocó el ministro de Economía a una celebración por la divisoria de aguas en el Pro, una poda al poder de quien le endilgó un apodo denigrante, inolvidable: Ventajita. Por si fuera poco, la nueva estrella del elenco es su amigo del alma, Horacio.
También afecta la jugada a la gente de Milei en el distrito y entusiasma al kirchnerismo, grupo que no sumará un voto más con la decisión de Rodríguez Larreta pero habrá de disfrutar en primera fila el espectáculo del PRO. No pensaban que esa nueva obra iba a desplazar la que ellos ofrecían con la inflación, la inseguridad y las escaramuzas internas. Cuarto intermedio entonces para ver los próximos actos de “Traición” y “Venganza”, intenso vodevil del cual el jefe de gobierno sabe mejor que nadie la naturaleza del castigo que podrá recibir. Fueron muchos años de aprendizaje y sumisión.
(Perfil)