Por fin, los profesionales de la protesta lograron un hueco en los medios este miércoles: al escudo de un centenar de jubilados anónimos, se movilizaron atrás organizaciones progresistas para quejarse por la pésima situación de la clase pasiva. Y repetir la consigna del siglo pasado con un protagonista diferente, en este caso “Milei, vos sos la dictadura”. Actos a reiterarse las semanas próximas en busca de numero y adhesiones, también pantalla y repercusión, con los viejitos al frente, justo cuando Patricia Bullrich se presenta como la orgullosa mujer que controló a los revoltosos y evita los piquetes en una ciudad desordenada antes de su llegada al Gobierno. Un tema que los ciudadanos olvidaron a pesar del tiempo que le hicieron perder manifestaciones con uno, diez o cientos de quejosos. Bullrich lo logró, podría decir el slogan no iniciado de la propaganda. Hasta forjó una colaboración con el gobernador de Santa Fe, el corajudo Pullaro, en la reducción brutal de los homicidios en la provincia al mejor estilo Bukele (con la simple distinción, debate aparte, de otorgarle un tratamiento solitario a los jefes narcos en la cárcel).
Con ella, hasta el miércoles, el gas pimienta se acumulaba sin uso en los depósitos, la autoridad no lo necesitaba para dispersar y los alborotadores revolucionarios se restringían a mantener las reglas de tránsito: luego de este escuálido corte en el Congreso, tan flaco como sus iniciadores, podría comenzar otra etapa para derrochar —entre otros conjuros— el compuesto químico graciosamente convertido en spray, como un desodorante o un lanza perfume en Carnaval, utilizado por personal arrancado de las series televisivas tipo Robocops. Se supone que la Casa Rosada dispondrá de la misma Inteligencia de estos meses calmos para prevenir futuras situaciones de tráfico enrulado, tan eficaz como los precautorios ejercicios seguridad ejercidos por sus androides. A menos que los agitadores —no los jubilados que pugnan por un mendrugo y Javier Milei ni siquiera les transmite un consuelo oral— incrementen su pasional militancia en los disturbios para endulzar al hijo putativo del Papa Francisco, cuyo amigo Pajarito engendró a Juan Grabois, jerarca del cartoneo que confiesa su molestia e irritación contra aquellos argentinos pacientes que soportan el ajuste económico para con la esperanza de destruir o disminuir la inflación.
Parte del Congreso ya indujo a estas rebeldías contra la administración doméstica de Javier y Karina Milei, quienes coinciden en la gestión con otros dúos familiares del mundo hispano parlante aunque con significativas diferencias: la del brutal matrimonio Daniel Ortega y su mujer Rosario Murillo en Nicaragua y el de la intolerante Xiomara Castro (la mujer más rica del país) con Manuel Zelaya en Honduras. Todos fingiéndose democráticos, ya que en su generoso nombre se ocultan perfidias extremas. A pesar de pensamientos y comportamientos distintos de fraudes, violencia y corrupción del dúo argentino, a los tres gobiernos les irrita singularmente el periodismo, o franjas de esa actividad: Ortega persigue y encierra hombres de prensa, la Xiomara los trata de “urracas” y “chachalacas” entre otros pájaros varios, a los Milei los altera que algunos medios se despachen con medias sombras sobre intimidades, proyectos o concesiones de su autoría o consentimiento. Creen que se trata de un acecho al plan económico por alguna pata defectuosa (la cambiaria, para mejorar el dólar en el cual están engrampados), interpretan como maledicentes el cuestionamiento a ciertas partidas quizás exuberantes, nominaciones, cargos y leyes contrarias a su presupuesto.
Y al Presupuesto mismo que se irá a discutir en el recinto en menos de 30 días. Ni le alcanza para zafar al Presidente un acuerdo con Mauricio Macri, se advierte su debilidad extrema en el Parlamento, flaqueza que nunca tuvo en cuenta durante su campaña, sea para poblar las cámaras o para elegir representantes de calidad. Se enojan y pelean los hermanos, con periodistas o industriales esta semana, ingresando el gobierno a una etapa volcánica que caracterizo en décadas a la de Italia del siglo pasado: números respetables en Economía, progreso, y zozobra en los cambios de gobiernos una vez por semana. Una forma de vida hasta que la denunciada tangente alteró esa costumbre en la Península. Pero los registros de venalidad en la Argentina —también monumentales—no han podido dar vuelta la complejidad política y judicial, el enredo, la dilación como práctica, el interés secundario que se le endilga a la rosca o a la casta, por más que Milei contra esos vicios enarbole números saludables y trate de comparar esos superávits, la no emisión o contracción inflacionaria. Si hasta se llego al punto de insinuar un fragote contra el mandatario, juego incesante en el que se involucró a la Vicepresidente Victoria Villarruel, desollado por ultimo con un saque inesperado de Cristina Fernández de Kirchner. Por conveniencia o convicción, sabrá Dios, pero “conmigo no cuenten”. Lo manifestó en un jugoso diálogo público con el senador José Mayans de su espacio, orientado por la armonía que el senador formoseño mantiene con la titular de la Cámara, nacionalista y filo peronista según entiende el legislador. Como él. Como en el mecano de su niñez, debió pensar que una pieza reemplaza a la otra y que, en la política, también una mujer desplaza a otra.
Se debió resignar Milei a ciertas situaciones que le provocan ansiedad alimentaria: si bien siempre se cuido e hizo dieta, jamás toma alcohol, y hoy su mayor preocupación estética es la gordura. Ni el amor se la reduce. Aunque sea nuevo. Ingresó, por lo tanto, a la comunidad de aquellos exitosos que se aplican cotidianamente unas inyecciones provistas en cualquier farmacia que disminuyen la voracidad por la comida y, en simultáneo, el kilaje innecesario. Parece un antídoto a encuentros que no había pensado, con legisladores, economistas de pensamiento diverso o actividades que lo alejan de su mayor entretenimiento en la vida: la Economía.
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