Mayday o SOS en los partidos políticos. Este lunes, alarma en la cumbre del Partido Justicialista, sucursal provincia de Buenos Aires, con la convocatoria de Máximo Kirchner a su madre, Cristina, al gobernador Axel Kicillof y a Sergio Massa, quien abortó un viaje al exterior para concurrir (aunque muchos suponen que es el autor intelectual del encuentro). La emergencia no parece provocada por deseos amistosos, en todo caso se reúnen por el miedo, cierto o supuesto, que les provoca Javier Milei a perder en el ámbito bonaerense a pesar de que todavía carece de un candidato firme para las elecciones de medio término de 2025. Tampoco el peronismo provincial ofrece postulantes de envergadura, salvo una Cristina que se le reconoce arrastre junto a un importante rechazo colectivo. Para unificar, sin embargo, no alcanzaría una foto: entre los dos titulares del PJ nacional y bonaerense, Cristina y Máximo, la familia se queda con todo. De ahí la rebeldía declarada, la reserva de Kicillof, a que ella disponga una lapicera para incluir a quien se le ocurra: se le diluyó el poder. Hay un miedo semejante con Milei en Mauricio Macri, quien vuelve el martes al país –siempre está volviendo– luego de una gira por países árabes, ansioso por obturar eventuales fugas de su partido antes de las elecciones del año próximo, particularmente en la Capital Federal. Del disgusto paso a la molestia rabiosa con el Presidente. También llamará a su tropa esta semana para alinearla frente a una tropelía oficialista que le aspira votos porteños –también en otros distritos– mientras le jura amor eterno. Revancha en ciernes. Los gatos se escabullen de los conflictos, pelean solo cuando los acorrala el miedo.
Si es que no falta nadie, el PJ bonaerense mostrará tal vez un rostro de cierta unidad. Falso, Máximo eligió la fecha de la llamada cuando el gobernador debía celebrar su quinto año de mandato. Una forma de oscurecerlo. “No nos dimos cuenta”, argumentan con alevosía desafiante. Hasta último momento, dolido, Kicillof remoloneaba deshojando la margarita para asistir: no quiere que le bajen línea, que le impongan límites y, menos, que lo agredan. Difícil que el chancho vuele. Le cuesta decir, basta Cristina, basta La Cámpora. Aunque dispone de registros interesantes en la opinión pública de la provincia: ha logrado independizarse de la viuda de Kirchner, los números que lo favorecen son propios, no necesariamente deben estar juntos para cosechar adhesiones, uno puede ser autónomo del otro. Al revés, por ejemplo, de Victoria Villarruel, quien suma simpatías porque acompaña a Milei, pero se queda sola si pretende desprenderse del mandatario.
No hay pegamento que recomponga la fisura entre los Kirchner y Kicillof, aunque Massa invente un cemento mágico que le sirva a él mismo para salir de nuevo a la calle. Vive informado, al máximo, pero sin aparecer. Hasta en el plano íntimo del gobernador, amigos y esposa no perdonan el daño que la madre Kirchner, el hijo Kirchner y La Cámpora le han hecho al marido gobernador, incluyendo el obligatorio reclutamiento de personajes como Martín Insaurralde en su gobierno. Hoy, la profesora Quereilhac debe ser un pájaro carpintero, como suele suceder a la hora de dormir, contra quienes trastornaron su vida y le provocaron dolor y vergüenza.
Otro socio pegado a Kicillof, su ministro Andrés Larroque, hace pocas horas en la UOM (Capital) manifestó la necesaria autonomía del gobernador y que “La Cámpora se deje de joder en todo el ámbito bonaerense, no molesten a los intendentes”. Ocurre que una importante línea de jefes municipales le recomiendan a Axel evitar convertirse en otro Alberto Fernández: seria otra repetición burlesca de los elegidos por Cristina. Claro que esos quejosos padecen amenaza camporista en sus distritos: si bien el grupo ex juvenil no puede ganar casi en ningún lado, al menos tratara de impedir que triunfen los jefes municipales que no les responden. Gente generosa.
De cualquier modo, habrá que ver si las elecciones en Buenos Aires se adelantan (seguro) y si van separadas. Cristina las quiere concurrentes. Por otra parte, hay otros sectores peronistas –cuyo peso en la balanza se desconoce– que aguardan una definición en Kicillof por si corta o no el cordón umbilical: de una nueva agrupación armada por sindicalistas tradicionales de la CGT (encabezada por Gerardo Martínez) a otro sector vociferante como el de Guillermo Moreno, apoyado en apariencia por Julio de Vido, factor clave en la provincia para que Cristina alcanzara por primera vez la Presidencia. Si elude responsabilidades de líder, Kicillof podrá argumentar que su momento es en 2027, no ahora.
En Macri hay otro miedo que le produjo la perforadora Milei en el PRO. Supuso que se necesitaban mutuamente para triunfar en territorio porteño y bonaerense mientras el mandatario parece distraerse de esa conveniencia. Va por su cuenta, , alentado por unos números económicos que auguran –como acaba de decir el famoso Arthur Laffer– que la Argentina será un país próspero. A partir del año próximo en particular.
Carece Milei de referentes notables como candidatos en Capital y provincia, a menos que uno piense en ciertas figuras como Karina Milei, portadora de apellido, o en Patricia Bullrich para el territorio porteño. Tarde despertó el ingeniero boquense ante esas eventualidades, intentara contener la correntada a partir de una nueva convicción: de una manera u otra, conquistará un número suficiente de votos para forzar en el Congreso una negociación con Milei si este desea conseguir determinados proyectos. Dura alternativa, aunque lógica, para quien toma la política como un hobby, part-time, casi como el bridge, los negocios en países árabes o su distracción en el mundo del fútbol profesional. También en la construcción de sus casas en Capital, Punta del Este y Córdoba. Con fijar residencia en la Argentina no alcanza.
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