Para muchos, es el hombre invisible. Aunque no se trata del personaje de H.G. Wells, ni registra el atractivo básico de la novela: la doble personalidad que atrapa la curiosidad humana. Se habla de él, repiten su nombre, pero no aparece. Al menos en la pantalla. Tampoco en la multitud de redes. Menos se escucha su voz, ni se conoce lo que piensa, un agregado a la invisibilidad mediática. Jura en diversas reuniones, eso sí, que será candidato y que va a correr en las próximas elecciones de la provincia de Buenos Aires.

Raro el caso de Florencio Randazzo. Por ahora desprecia a los medios. O los esquiva. Otro marketing en tiempos de la amplificación masiva de los mensajes.

Mientras, convoca punteros bonaerenses en su chacra de Chivilcoy, reúne –como la semana pasada– un centenar de voluntarios en Libertad y Corrientes o se estaciona en un hotel de Puerto Madero donde antes se concentraba Boca Juniors. No pasa inadvertido, aunque parezca invisible.

También puede conversar con empresarios para confesarles su voluntad política más que sus planes, ya atravesó zooms con adherentes de la Fundación Mediterránea o del núcleo de la influyente AEA. Obvio: requiere de asistencias para corporizarse. Más económicas que políticas, como siempre.

Consigue aliados estelares en su elenco: Graciela Camaño, el ex gobernador salteño Urtubey, la membresía de Roberto Lavagna, Emilio Monzó –aunque en los últimos días estallaron ciertas diferencias–, seguramente acompañado por Rogelio Frigerio y Nicolás Massot, naves que deambulan por el océano sin puerto de destino.

Igual que el universo duhaldista retiró efectivo que lo asedia en la Provincia: son una tentacion las listas aún sin nombres de diputados, ediles o consejeros escolares. Se supone que, para ocupar esos espacios, los guía un mismo afán patriótico, no aspiran solo a un ganapán.

Falta integrar, si ocurre, un salto manifiesto de intendentes alejados del dictado cristinista, como el caso de Joaquín de la Torre, quien no se sabe si permanecerá con Miguel Pichetto o caerá para el lado de Randazzo. Por el volumen físico del personaje, la única preocupada es la balanza.

Nadie sabe tampoco si Duhalde suma o resta, menos su esposa Chiche, que sueña con la Legislatura. Pero muchos de su coleto se arrimaron a Randazzo. Casi expresan un proposito del presidente Fernández, quien niega el estímulo a esa candidatura con cierta ironía: todo lo que aparece contra Cristina o Máximo me lo atribuyen a mí, repite con rostro candoroso antes de pasar al confesionario y lograr una dispensa. Como si no atendiera los habituales llamados de Duhalde dándole consejos y se hubiera olvidado de su amistosa complicidad con el postulante en el pasado, cuando por orden de su jefe Néstor bombardeaban a Felipe Solá, lo aislaban en La Plata con el caballo de Troya de Randazzo (quien, entonces, como devoto de la familia, hasta propició una fundación para recuperar nietos perdidos en España desde el proceso militar). Tanta convergencia con los K lo llevó luego a formar parte del gabinete en Transporte, área clave en materia presupuestaria como lo revela la última porfía interna para suceder a Mario Meoni en el loteo ministerial en el cual prevaleció Sergio Massa, tan enemigo de Randazzo como la misma Cristina. Ya en el llano, Alberto y su compinche conspiraron juntos contra la viuda, ella perdonó a uno pero no al otro. De esa época, los dos caballeros guardan un vínculo de hierro para enfrentar tempestades.

Sabe Randazzo que el vástago de los Kirchner asume ahora en el partido peronista provincial con escaso orgullo e inhibiciones jurídicas –la del intendente Grey, por ejemplo– sin haber rendido tributo a los intendentes, propios y de la oposición, que reclaman modificar la norma que les impide reelegirse. Alberto, en público, ya manifestó que consideraba esa cláusula como un impedimento democrático. Pero Máximo, la familia K y su

prole de La Cámpora imponen otro curso, reniegan de esa modificación y se proponen confeccionar listas y cargos en el departamento de Cristina en Recoleta: allí se determinará el acceso a primera a los socios de la agrupación y a otros favorecidos por la tómbola de la dama para aterrizar en la Provincia.

Aunque no lo parezca, Randazzo y Pichetto hoy son una misma moneda, uno de cuyos lados se referencia en Alberto, mientras el reverso lo hace con Macri. Parece que Randazzo se distingue por profesar una vocacion más conciliadora con el cristinismo –aunque ella lo tiene clavado como insalvable en su index personal– mientras Pichetto entiende que esa fracción política es incorregible.

Ambos ya se entrevistaron, difícilmente se cuestionen hasta llegar a la orilla de las elecciones. Pero, como se van a suspender las PASO por imperio de la pareja Fernández, habrá conductas que tal vez deban variar: los comicios serán a todo o nada, una sola vez, se bloquea a los experimentos nuevos o a expresiones hoy menores del electorado.

Otro desafío con cambio de condiciones para Pichetto y Randazzo que persiguen la distracción de votos del justicialismo bonaerense en copia explícita a lo que hicieron De Narváez en 2009 y Massa en 2013, cuando esos protagonistas humillaron a Néstor & Cía. Solo resta saber la fecha en que se volverán a encontrar, quizás entonces Randazzo deje de ser invisible o desaparezca la ceguera para mirarlo, tiempo en que recuperará el mote de “flaco” o de “loco” con el que lo reconocen los bonaerenses.

(Perfil)