La agenda de los equipos argentinos está cargadísima. Veamos el caso de Boca. El 17 de abril jugó con Atlético Tucumán, el 20 con The Strongest, el 23 con Huracán, el 27 con Santos, el 2 de mayo con Lanús. Y ahora seguirá la carrera con Barcelona de Ecuador el 4, Patronato, el 8 o 9, y Santos el 11. Ocho partidos en 17 días.

Un panorama similar al que afrontan River, Defensa y Justicia, Racing, Vélez y Argentinos, que juegan la Copa Libertadores, y el de San Lorenzo, Central, Independiente, Newell’s, Lanús, Talleres y Arsenal que compiten por la Sudamericana. La máquina tritura con lesiones musculares, desgaste, contagios de covid, y aislamientos por contactos estrechos.

A mitad de camino de la maratón (entre Atlético Tucumán y Lanús) Miguel Russo recurrió a 20 futbolistas: Rossi, Buffarini, López, Izquierdoz, Fabra, Mas, Jara, Capaldo, Sández, Medina, Varela, Almendra, Villa, Tevez, Pavón, Maroni, Obando, Vázquez, Zárate, y Soldano. No pudo contar con Salvio, Andrada, Cardona, Zambrano, Rojo, González y Campuzano, y hay unos cuantos pibes en lista de espera.

Boca tiene un plantel numeroso, pero con una actividad tan intensa casi no queda tiempo para entrenamientos, y el técnico arma el rompecabezas buscando al equipo en plena competencia. Van cinco victorias en fila, como dicen los españoles: 3-1 a Atlético Tucumán, 1-0 a The Strongest, 2-0 a Huracán, 2-0 a Santos, y 1-0 a Lanús. Nueve goles a favor y solo uno en contra.

Los números pudieron ser distintos si Lanús hubiera aprovechado mejor la habitual falla en pelotas aéreas de Rossi (una por partido se manda), y si Villa hubiera capitalizado mejor las oportunidades que se le presentaron para concretar o dar pases de gol. Pero lo que no cambia es la sensación de que Boca ganó bien, que el buen cabezazo de Izquierdoz en un córner que ejecutó Pavón selló en el marcador lo que se vio en el juego, especialmente en el segundo tiempo.

Lanús había tapado muy bien los circuitos del rival en los 45 minutos iniciales, cuando todos parecían dormidos menos los volantes de los visitantes, pero cuando ese despliegue provocó cansancio y consecuentemente se abrieron espacios para el local, en la segunda mitad todo se inclinó hacia el arco de Morales.

Varela (indiscutible figura) siguió sembrado juego en el medio, Villa sobre la izquierda lo complicó a Aguirre, Obando y Medina entraron más en juego, sus reemplazantes Maroni y Pavón también, y aunque Tevez parecía apagado, se percibía que el control del partido lo tenían los locales.

El equipo de Zubeldía había tenido chances concretas en el primer tiempo (una de Sand, levantando el remate en un pie a mano fue la más clara), pero no tuvo resto para sostener el nivel en el complemento, y tampoco mejoró con los cambios, aunque igual tuvo alguna llegada aislada.

Boca no deslumbra, muestra muchas intermitencias, pero tiene algunas certezas en la consolidación de los pibes del medio y números que cierran. Todo eso da aire y tranquilidad, apaga las voces de la crítica especializada en boicotear, y permiten esperar con alguna ilusión lo que se le viene encima.

La clasificación asegurada le da, además, un poco de respiro físico ya que la exigencia cuando deba enfrentar a Patronato en la última fecha del campeonato será mínima. Boca madruga y los números ayudan.