La imagen bélica, elocuente: Mauricio Macri con un lanzallamas. Ese ejercicio incendiario habrá de exhibir el ingeniero boquense en las próximas horas, ya en Buenos Aires, en un par de medios al servicio de sus deseos. Oportunidad para quemar al gobierno, sea por las ambigüedades sobre Rusia y Ucrania o por otras contradicciones oficiales en torno al acuerdo con el FMI. Por ejemplo, añadir una explicación pendiente y poco conocida al debate por la golosina demagógica de aumentar o no las tarifas: los 4 mil millones de dólares adicionales a emitir en bonos para satisfacer compromisos con los fondos Templeton y Pimco, entre otros. Al margen de una eventual discriminación con acreedores, la cifra es semejante a una derivación de la guerra: la suba por las importaciones de gas. Mas sangriento el ajuste venidero. Macri supone que los desvaríos oficiales lo favorecen y que alcanza un premio político este fin de semana luego de extensas vacaciones. Típico de un país que siempre le paga al que no trabaja. O trabaja poco. Mientras, se solaza con el festín del pensamiento dividido en la Casa Rosada, el abierto conflicto entre la madre, el hijo y el Presidente, por no incluir a Massa que a su vez sentó otra posición con respecto a Putin. Este dragón tricéfalo fue el que se exhibió en el último discurso de Alberto ante la Asamblea Legislativa.
Venían Massa contra Putin, el mandatario cabeceando para un bando u otro y Cristina alegando excusas que irritarían a cualquier marido. Dijo: “Yo ya lo había advertido”. Pero en tres días Alberto cambio, hizo la venia con EEUU y hasta se gano un elogio del Departamento de Estado. Mientras, Máximo se ocultaba con La Cámpora y ella fantaseaba con una neutralidad que, en rigor, esconde una preferencia nítida: basta recordar la figura de la neutralidad durante la Segunda Guerra como pantalla para no confesar la simpatía por Alemania. Perón básico. Hasta quizás Macri se sirva de ese ejemplo para criticar. Tampoco puede alardear demasiado: su línea más afín en el PRO también hizo estallar la coalición opositora cuando se levantaron de la asamblea para no escuchar al Presidente y abandonaron a sus compañeros radicales y lilitos en el recinto. Justo a pocos días en que las tres agrupaciones habían coincidido en instalar una oficina común que evitara personalismos y produjera un discurso común. Un disparate.
El gobierno ya reconoce lo que antes negaba: es publica la tensión y el enfrentamiento entre Cristina y Alberto. Se advirtió ese clima tempestuoso en el Congreso: se cuestionaban entre si los fanáticos de ambos lados, casi se cruzan con incidentes físicos. A su vez, en silencio, la oposición también se arroja los platos y esa violencia saldrá a la luz al impedir o no que Lacunza, Caputo y Dujovne sean interpelados o, lo más cenagoso, decidir el voto luego que se conozca la intimidad del convenio con el FMI. Aparte de otros intereses con miras al 2023. Entonces, a pesar de lo que diga Macri, la oposición se reserva inestabilidad matrimonial para el futuro inmediato, al tiempo que en el oficialismo —como se reitera en estas columnas con pasión de pájaro carpintero—, la separación es tan obvia que en cualquier momento hay denuncia por maltrato o violencia de género. Con la novedad, claro, de que en este caso el hombre cuestionaría a la mujer. A pesar, inclusive, del esfuerzo masculino por contentar a la dama, como ocurrió en su discurso cuando parecía dirigirse solo a ella en lugar de hacerlo frente a toda la sociedad. Esos piropos públicos no alcanzan: Máximo junta votos en Diputados para dinamitar el acuerdo con el Fondo, mientras su madre comparte la misma idea sin pronunciarse, aunque ha empezado a preocuparse por la ferocidad de peso mosca que muestra el ministro Guzmán para desplazar a su apadrinado Basualdo en Energía. Obsesivo el hombre, ha repetido la pregunta: ¿Cuándo renuncia? Tal vez confíe en que Alberto mude su personalidad y despida a toda la muchachada cristinista que protesta contra el FMI pero guarda silencio a la hora de pasar por la boletería. Aunque sabe que Alberto no es Perón y tampoco puede echarlos de la Plaza porque los camporitas ni siquiera llegan a ese espacio, como ocurrió en ultimas manifestaciones. Los más duchos en el oficio encuentran atajos y treguas, como Manzur con Cristina. En apariencia, zanjaron pleitos sobre el rol de los gobernadores y ella le aclaro que no se responsabiliza en la batalla que dos mujeres han emprendido contra el jefe de Gabinete: la portavoz Cerruti y la asesora Vilma Ibarra. Ambas transpiran antipatía con el tucumano y, como son señoras curtidas, dicen no tener en cuenta las denuncias que les imputan operaciones contra su. Es impropio del genero, sostienen.
Saldo: cuando el oficialismo dice que quiere investigar los préstamos contraídos por Macri, este sector se retira. A su vez, cuando la oposición pretende investigar a Cristina, sus adeptos sostienen qué la persiguen con el lawfare. Casi como en el conflicto ruso-ucraniano, cuando a Putin lo enoja que le exijan rendir cuentas de su extraordinaria fortuna y le atribuyan respaldo solo de dictadores: Maduro y Ortega, entre ellos. Olvidando que también lo apoya Brasil y la democracia mas grande del mundo: India.
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