El mundo Macri se volvió efervescente. Entre sus viajes de negocios, política o el cercano Mundial de Qatar, y el periplo de su esposa Juliana, quien junto a un cuarteto de amigas piensa recorrer en bicicleta algunos lugares de Europa. Autonomía femenina. Ambos reconocen que nunca han estado tanto tiempo separados desde que se casaron, parejita de torta.
Pero, antes del 2023, quieren cumplir con ciertas asignaturas pendientes y un alud de compromisos. Como si el año próximo fuera a manifestar otra naturaleza de obligaciones, más domésticas y complicadas, que ya no permitan juntar millas. Tiempo de campaña electoral, ni ellos conocen sus destinos. Ante la incógnita, ciertos cambios:
El ingeniero redujo la tensión que mantenía con Horacio Rodríguez Larreta. Nuevo diálogo. El jefe de gobierno, con algunas dificultades personales, no quiere enfrentamientos. Se descongeló la relación, juran menos interferencias. Precavidos, deben pensar que en el gobierno alguien piensa en un adelantamiento electoral si logra un equilibro económico y anticiparse al invierno del año próximo con su carga de altas importaciones de energía. Los ojos miran a Massa.
En paralelo, también se achicó la distancia de Macri con su “hermano del alma”, el empresario Nicky Caputo. Cuentan que nunca llegaron a romper el vínculo, que apenas si han hablado mal uno del otro y evitaron cruzarse cuando estaban cerca, en las vacaciones. El trato renovado parece consecuencia de la reciente fraternidad con el alcalde porteño.
Esta convivencia no soslaya otro dato: a los poderosos que lo visitan, el ingeniero les suele recordar que contribuyan a la pretensión política de Patricia Bullrich, quien en ocasiones dice lo que él piensa. También alinea a los políticos con la candidatura de ella, caso Cristian Ritondo o Joaquín De la Torre, incorporado a la lista de aspirantes a la gobernación de Buenos Aires. A Rodríguez Larreta lo abruma este ejercicio que no lo contempla.
Conserva Macri el cobijo a María Eugenia Vidal, una contratación para su elenco de reserva. Quedó expectante la ex gobernadora y ya no habla de ser candidata ni cuestiona a la Bullrich. Esos senderos ya no se bifurcan.
Falta información, en cambio, sobre un importante hecho institucional que ocurrió antes del fallido atentado contra Cristina, quien comprensiblemente afectada por ese episodio ahora le han aconsejado no pernoctar siempre en el mismo lugar, como si fuera una clandestina, y dispone de una guardia de seguridad más profesional. Tuvo una reunión con José Torello, senador e íntimo de Macri, otro “hermano del alma” con una encomienda desconocida, un mensajero. Encuentro formal, simpático, en el despacho de la dama en la Cámara alta, con opiniones sobre temas económicos, mucho “José” de acá y “Cristina” de allá. Impensable en dos opuestos tan intensos que, si vivieran en la Edad Media, se hubiesen matado con veneno o por descuartizamiento. Sería atrevido hablar de un sospechoso “pacto” en ciernes, pero el encuentro se empalma con otras reuniones que ha desplegado Adolfo Rodríguez Saá en el mismo sentido.
Se reitera la disputa de Macri con el jefe de la UCR, Gerardo Morales. Esta vez, el conflicto alude a la posible suspensión de las PASO —hacen falta 129 votos para modificar la ley, un improbable esfuerzo legislativo— que hoy contraria los intereses del PRO y que, en Chubut, favorece el radical. Otros tres gobernadores ya se pronunciaron a favor de la postergación, pero no es lo mismo en el orden nacional. Falta alcanzar 129 votos para modificar la ley, un esfuerzo difícil de alcanzar. Macri se escandaliza con esa posibilidad.
Nadie precisa, ni siquiera aquellos que se creen almohada de Mauricio, si el ex mandatario intentará presentarse para las elecciones del 2023. Cierta ambigüedad lo caracteriza y, como único slogan, repite que él habrá de auspiciar a quien mejor se ubique en la grilla de partida. Como si él no fuera a jugar, agregando lo de siempre: Juliana detesta volver a Olivos. Claro que siempre hay un voluntario para salvar a la patria, si las encuestas lo favorecen.
De los siete puntos mencionados del mundo macrista, uno sobresale con nitidez: la reunión de Torello con la Vicepresidente. Iniciativa del senador Pro aunque coincide con un propósito semejante al del colega Adolfo Rodríguez Saá, ansioso también por propiciar modelos de entendimiento. Uno parece impulsado por Macri y el otro por Cristina. La audiencia con Torello —según comentan— tuvo como fin instalar simbólicamente un teléfono rojo entre Mauricio y la viuda de Kirchner por si acontecimientos imprevistos pudieran generar desestabilización en la Administración de los Fernández.
Estaban los dos lideres preocupados por la crisis y, como dicen, hay que hacer todo tipo de sacrificio por la democracia. Curiosamente, para aliviar la presión de quienes hacían batucadas con control ante el departamento de Cristina, se advirtió un ensayo acuerdista cuando el gobierno de la ciudad y la Casa Rosada convinieron una negociación. Silenciosa, ocurrente, que salió mal: el día de las vallas y los carros hidrantes. Pero no faltó buena voluntad de las partes.
La visita de Torello ha sido independiente de otro pregón, el de Rodríguez Saá, aunque el puntano se mostró menos elusivo en su intención: dijo propiciar una salida político-jurídica que no complique hoy a Cristina ni mañana a Macri. Cree tal vez que en estos momentos la Justicia ha sometido a la política. No es el único de lo que Milei apoda “la casta”. Aliado de Cristina, ella le confía a Rodríguez Saá, aunque no sea uno de sus cortesanos más lenguaraces. Pero es uno de sus pocos traductores.
Torello, con menor trayectoria en el ruedo, copia a Mauricio y registra el antecedente de haber participado en la “mesa judicial” que inspiraba el exilado Pepín Rodríguez Simón en tiempos de Macri, cuna de disparates como imponer dos miembros de la Corte Suprema por decreto. Entre otros. Y por intentar, como siempre dijo el kirchnerismo, poner presa a Cristina. Ahora esas puntas incendiarias se han apagado, persiguen disipar la grieta, disminuir los enfrentamientos, y se postulan como ejemplos contemporizadores, de reversión inteligente. Tanto Cristina como Torello. Aunque sus proposiciones, para muchos, son una pantalla para ocultar lo que la Justicia parece empeñada en mostrar.
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