Espejismo 1:

Javier Milei la emprendió contra Ricardo López Murphy. Desaforado, casi un estilo en la tele, lo agredió por traidor a una causa que presuntamente los unía: el liberalismo. Por discrepar en apariencia sobre la dolarización, en torno a si esa sopa monetaria debe llevar apenas una pizca de sal o una cucharada. Discusión técnica, de laboratorio, menor para el tamaño del escándalo. Justo cuando uno podía pensar que López Murphy podía convertirse en jefe de gobierno porteño si lo apoyaba Milei: era ver agua en el desierto de la oposición, una variante imbatible en el electorado capitalino. Roto el espejismo.

En cambio, hubo una pelea absurda, no hay lago ni manantial, a pesar de haber estudiado con los mismos libros: ambos van a competir y destruirse frente a una parte del público, el anterior bulldog —quien hoy a los 70 se auto percibe como un soldado apto con 20 años menos— seguramente olvidará su aspiración de alcalde y tal vez acompañe como segundo, en la fórmula presidencial, a Patricia Bullrich. Quizás la furiosa indignación de Milei se sostiene más en esa posibilidad enemiga que en el señoraje de la moneda norteamericana que habilitó los insultos.

El economista de las patillas resulta un boom en las encuestas, imparable, el tercero en discordia entre las dos fracciones mayoritarias, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. Se abre una incógnita por su crecimiento o descenso. Hoy Milei puede salir primero, segundo o tercero, se empareja con sus rivales en un mismo destino. Por ahora, una lotería el epílogo.

Pero, además del Grand Guignol por agraviar a López Murphy —de saludable mutis en el debate y sin solidaridad por parte de ninguno de sus compañeros de bloque— Milei produjo en las últimas 72 horas otras novedades: volvió a colgar de su faldón a la diputada Victoria Villarruel como compañera de fórmula en un alarde de personalismo todopoderoso, incorporó como responsable jurídico de su partido a quien defendió al prisionero kirchnerista Lázaro Báez y, de paso, en la urgencia, lanzó una serie de proyectos desafiantes, controversiales bajo la forma de un programa: de bajar las jubilaciones a sustituir la educación pública y la atención médica, el libre uso de armas, una poda al ras del gasto público, eliminación de la Educación Sexual Integral, reformas varias y por supuesto la dolarización.

Ningún adversario será tan concreto en sus plataformas, menos en ese tipo de proposiciones políticamente incorrectas para los profesionales de la actividad. No le ven rentabilidad a ese negocio, suponen que las discutibles medidas de Milei también lo arriesgan como la estrella del rock que siempre le gustó ser: algunos de esos famosos que alcanzaron máxima fama y el desborde del éxito en simultáneo con una caída tumultuosa desde la altura. Por error en la falta de límites. O exceso de vanidad, como Jerry Lee Lewis, un pianista y cantante arrollador, un bólido de fuego del siglo pasado.

Drama para Massa

Espejismo 2:

Otra situación contrafáctica hubiese sido si, José Luis Espert, en lugar de promoverse ahora para la Casa Rosada, se hubiera presentado en un acuerdo con Patricia Bullrich para la gobernación de Buenos Aires. Más de un observador entiende que esa variante hubiera sacudido el feudo bonaerense oficialista con más potencia que la embestida de Diego Santilli auspiciado por Horacio Rodríguez Larreta. Resultó al revés la visión: el economista, convertido en postulante presidencial, parece más interesado en restarle voluntades a la Bullrich y en delatado connubio con el actual alcalde porteño.

Ella, mientras, evalúa designar este viernes a su delegado para enfrentar a Santilli, en un cotillón de participantes, de Ritondo a Iguacel, de Grindetti a De la Torre. No es obligatorio un radical y si bien Ritondo encabeza sondeos, su relación con Patricia viene averiada desde hace años. Primero, cuando estuvieron juntos en el menemismo, en una disputa que se trasladó luego al momento en que ellos se ocuparon de la seguridad en tiempos de Macri: cuando la “piba” confrontó con Hugo Moyano y Ritondo apeló a paños fríos y, más tarde, en una oposición mutua con respecto a la intrépida fuga de tres famosos delincuentes. Habrá que ver si se saldó esa rispidez.

Espejismo 3:

Sedientas, secas, en las huestes cristinistas se desvaneció otra fantasía cuando la patronal femenina, sin siquiera agradecer que la vitorearan o juntaran plata para proponerla candidata, escribió una carta para renunciar a cualquier deseo de sus devotos. Un aguacero epistolar degradante, repentino, para quienes se habían reunido a homenajearla en un estadio, desprecio por el congreso peronista. Quedaron huérfanos además porque Cristina no validó tampoco a ningún candidato mientras el ministro de Economía aguarda ansioso ese óleo bautismal, renueva su pasión por alojarse en la Casa Rosada aunque los números de la economía lo derrumban.

Desarrolla la extraña estrategia de “cuanto peor, mejor”. Guevarista la consigna, aunque ese criterio no lo expone Sergio Massa ante el FMI, hoy reticente a concederle adelantos o facilidades para llegar a las elecciones. El cálculo es que habrá una espera de dos o tres semanas para conocer la opinión del organismo, poco antes de la presentación de los candidatos a las primarias. Contra reloj y en la ciénaga, ensaya juegos de magia como un viaje a Shanghái para que los Brics le presten plata y, en la interna, prepara la elevación de Guillermo Michel (Aduana) a una categoría superior en su equipo: dirigir una unidad especial que agrupe otras áreas del Ministerio, opaque o despida a ciertos funcionarios, la antesala quizás para reemplazar a Massa como titular cuando éste se aparte como reconocido candidato presidencial. Con o sin internas.

Cuando persiga otro espejismo, la Fata Morgana, con la ilusión óptica de que le llega una oportunidad porque otros han partido sin que haya revolución. Léase Macri, Cristina, Alberto, Carrió. Un incruento desalojo a 20 años de política argentina que facilita, silenciosamente, la aparición de reemplazantes. La carencia siempre habilita derechos, diría la doctora que se retira arguyendo una falsa e inaplicable persecución judicial, como el marido que regresa a la madrugada con rouge en la camisa y afirma que acaba de dejar el trabajo. Felices de los que creen sin haber visto.

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