No hay plata”, una ley identificatoria del Gobierno más que una consigna. Sin embargo, se quebró por una discutible compra de 700 millones de dólares: 24 aviones norteamericanos recauchutados de dudoso servicio para pelear en una guerra son incorporados a la Fuerza Aérea. El compromiso hace feliz al embajador de EE.UU. & Cía, Marc Stanley, ya que su país impulsaba la operación con el gobierno de los Fernández (inclusive con los mismos hombres a pesar de las purgas militares) para bloquear una oferta semejante de los chinos. La operación tampoco encaja con los tiempos de austeridad declamados por la Rosada, menos con los términos “necesidad y urgencia” a los que suele apelar: simplemente Washington se impone sobre Beijing a pesar de que sus cazas son más caros, viejos y de limitado servicio (como se sabe, después de Malvinas, Gran Bretaña impide que cualquiera de sus aliados instale un sistema de armas para venderle a la Argentina). Es como si Milei comprara la venia del Imperio.
Todo es plata. Ya no importa si estos F16 son del tiempo del Ford Falcon del siglo pasado, con motor rectificado, otros neumáticos y nuevas prestaciones. El negocio, como en el rubro del café, quizás no resida en la colocación de cafeteras nuevas sino en la venta adictiva de las cápsulas. Lo mismo suele ocurrir con los trenes: las formaciones son baratas en precio, pero el esclavo mantenimiento posterior se vuelve estratosférico. Como aquel famoso nonato tren bala de Néstor Kirchner a Rosario: el secreto del éxtasis estaba en el obligado control a máquinas, vagones, vías, etc. Todo sea por la seguridad. Además del fidelísimo cuidado a los nuevos aviones –que, en general, servirán para entrenar pilotos– también se observa otro costado “operativo”: la realización de una pista especial para despegue y aterrizaje de los cazas.
Seguramente a cargo de un atento proveedor, a ganar por licitación se supone, justo cuando el Presidente decidió suspender la obra pública, en particular la nueva. Pero siempre hay una Cámara Argentina de la Construcción que no fenece y un clink-caja como en los mejores tiempos.
Esta será la primera semana de las primeras semanas claves de Javier Milei. Historia repetida, tradicional. También es plata su primer choque de frente con el Congreso y otras fuerzas del Cielo que lo integran. Perdió, aunque nunca hubo tamaña exposición de intereses y privilegios como las venas abiertas de la ley ómnibus y el monumental DNU. Desfilaron hasta los más insólitos personajes y sectores para conservar privilegios, subsidios, de provincias a científicos, de artistas a laboratorios, de intendentes a clubes de fútbol, para que el frío –por ejemplo– no afecte tanto a la población de Mar del Plata. De locura.
El autor consagrado de los cambios, trabajo digno de un religioso de monasterio del siglo XII, presume que la multitud de críticas revelan el éxito de su esfuerzo: Federico Sturzenegger le contagió esa idea a Milei, nuestro es el camino correcto, pregonan. Son las fuerzas del otro Cielo.
El alud de objeciones enfangó la discusión y, por último, el Gobierno retiró su capítulo fiscal, el corazón por el cual iba a llegar al déficit cero. Improvisó el ministro Caputo –quien podrá multiplicar los panes pero nunca lo van a invitar a protagonizar una obra teatral–, en la confianza de que esa deserción le habilitará la aprobación del resto de las medidas desde este martes. Tal vez sea un iluso: la pérdida pública de virginidad tiene sus consecuencias, ahora cualquiera tiene esperanzas de acceder al tesoro y, quizás, sean pocos los entendidos para concederle facultades especiales a un presidente que se suele enfervorizar y fulminar a sus oponentes. Dicen que es un riesgo ese poder supremo. Otros consideran, en cambio, que por un año y algún mendrugo, le pueden aprobar ese favor a Milei. Caputo ahora a cargo del gran Ministerio de Infraestructura dispone de medios para engrasar los ejes.
Antes de ese dilema, habrá otro enigma esta semana: la reacción este lunes de los mercados a la defección legislativa. Por primera vez, Milei observará la conducta de los operadores, un flanco que le ha sido favorable en este último mes y medio. Hoy no sabe aunque vende éxitos económicos. Le pidió consejo telefónico a Mauricio Macri: la voz del Sur sostuvo que estaba bien rumbeado pero que había fallas en la gestión. Ya tienen nombres y apellidos esos blancos. El primero, quien se revela con mas autoridad: el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, sobre el que empezaron a llover miradas críticas, le atribuyen desaciertos propios y ajenos. Como siempre. Tambien su facilidad para entornar al mandatario, junto a un puñado de empresarios –reñidos entre sí por celos– y quitarle una oxìgenación necesaria.
O comprar caro lo que no vale: por ejemplo, a gobernadores como dueños de los diputados, cuando si se hace un sondeo, casi ningún legislador de la provincia responde al jefe provincial.
Tarde se dan cuenta, mientras navega la posibilidad de un discurso del propio mandatario –a ninguna otra figura se le cree– ya que el plebiscito es un arma guardada en el desván. Servía para impedir la pérdida de virginidad, ahora empezó otro período.
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