Como se trata de ganar y romper el empate de tres tercios, cada candidato simula estrategias en la mitad del ciclo entre el resultado de las PASO y el acontecimiento electoral por venir. En rigor, el trío improvisa más que planifica a 5 semanas del comicio con fortunas diversas. Y, a menos que se advierta un corrimiento substancial en la semana previa al 22 de octubre, ninguno de los candidatos parece distanciarse en forma suficiente para ganar en primera vuelta con la entelequia del 45% de los votos.
En cambio, quizás pueda aproximarse a una definición aquel que se separe diez puntos del segundo, la otra alternativa que ofrece la Constitución del 94. Casi una tómbola imaginada por peronistas y consentida por los radicales para justificar la reelección de Carlos Menem, con cuestionable vigencia en estos tiempos, sea por muerte o vejez de los protagonistas. O por declinación partidaria. Aquel papiro básico se ha vuelto amarillo, se achicharró en forma prematura su arquitectura electoral.
Para la nueva contingencia, cada aspirante proviene de una estación ferroviaria distinta: Patricia Bullrich tuvo una victoria tan pírrica sobre Horacio Rodríguez Larreta que se empañó al ser superada en número por Javier Milei.
Mientras el alcalde vencido en la interna se fue a escondidas con su mujer, en la chiquilinada de no sentarse juntos en el avión ni en la fila de migraciones para evitar críticas, y se queda en Nueva York unos días sin tareas específicas, aspirando a ser senador porteño en el 2025, la triunfadora entregó la centralidad política como si hubiera sido derrotada y sin demasiada suerte: le cedió la salvación económica a Carlos Melconian, la intelectual al culterano Santiago Kovadloff y designó un coro de asesores de dudosa eficacia. No le sumaron nada.
Al contrario, le provocaron enojo con los desalojados brutalmente, como Luciano Laspina. Tampoco son demasiado felices las recorridas en el Patomovil, aunque su bonhomía personal logra adhesiones en el trato con la gente. Es obvio que su despliegue simpatiza más con la comunidad etaria de los veteranos, opera en ese mercado.
Priorizó Patricia la guerra contra el cristinismo cuando este sector ya es minoría. Nuevo error: el rival es otro. Logró beneficiarse con las victorias en los comicios de Santa Fe y el Chaco, aunque se desconoce si ese traslado de votos va a su campaña. Abunda, eso sí, el respaldo mediático a su pretensión política, pero incurre esa propaganda en torpezas argumentales: se escandaliza porque Milei cena con Luis Barrionuevo pero ella inscribió como diputado al cuñado del gastronómico, jeque del gremio en la Capital y generoso contribuyente, Dante Camaño.
Tampoco la ayudan sus socios radicales, quienes procedieron igual que Milei en Diputados con el tema Ganancias votando a favor de la iniciativa oficialista y en contra de lo que ella inspiraba. Como si Patricia no pudiera ordenar a su tropa ni dirigirla. Ocurre que Mauricio Macri ya lo advirtió: “Yo no estoy contra la UCR —dijo— estoy contra los que sacan plata y hacen negocios con las universidades”. Esas contradicciones acechan a la candidata cuando su mayor preocupación —según sus consejeros— es impedir que pierda aire su globo de ensayo presidencial y entrar a la segunda vuelta. Entonces, piensan, habrá otro mundo.
El “diablo” contra el “maligno”
A pesar de que teme por algún tropiezo, igual Milei insiste en cierta tozudez de comportamiento que lo alinea con los jóvenes. Hasta en las incorrectas patadas voladoras que lo caracterizan. Puede decir, por ejemplo y sin rubor, que apoya a Sergio Massa en su proyecto de Ganancias debido a que se lo susurró su perro Milton, en homenaje al economista Friedman, quien justamente pugnaba por respaldar cualquier propósito que redujera o eliminara impuestos. Pero de sus perros está algo alejado, campaña e idilio le han disminuido la atención canina.
Persiste en su círculo cerrado y conforma un equipo de compañeros de trabajo que, en el caso de ser gobierno, será su gabinete. Así como Raúl Alfonsín conformó un equipo de gobierno con “amigos” —“¿y con quién quiere que lo arme, con los enemigos?”, le señaló a un periodista—como German López, Bernardo Grinspun, Roque Carranza y Raúl Borras, el economista avanza con un team aportado por Eduardo Eurnekian que, en realidad, constituyen ex colegas de tareas durante los años que sirvió al empresario de Aeropuertos.
A saber: Nicolás Posse (jefatura de Gabinete), Guillermo Ferraro (Infraestructura), Guillermo Francos (Interior) y otros que han colaborado como el abogado Mariano Cuneo Libarona (Justicia) y otro más encargado de preparar una reforma del Estado semejante a la que formuló Roberto Dromi en tiempos de Menem. Dicen que un grupo analiza ciertos temas en una semana, que él mismo los digiere y discute por su cuenta, al tiempo que evita decir cómo gobernará porque lo desperfila como candidato.
Parte del show aditivo de asesores que, en verdad, piensan como el empresario Eduardo Constantini, quien dijo que le gustan las ideas de Milei pero que lo prefiere como un hombre más sosegado y dialoguista. Todos aspiran a que Milei se parezca a ellos, olvidando que llegó a la cima —por lo menos a ser un favorito de las apuestas superando 70%, casi más certeras que las encuestas— justamente por ser como es.
Queda un Massa poliactivo que, después de un año en el gobierno, descubrió que debía hacer cristinismo (vulgarmente, plan platita) justo cuando la doctora se precipita en las urnas y en la justicia. También cuando a su hijo, ahora llamado Maximiliano en lugar de Máximo, se le resta importancia al disminuir su poder, particularmente en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof amenaza con expropiarle todas las cajas luego de las elecciones. Empezando por la del juego que maneja Martín Insaurralde, de cuyo provecho todos envidian.
También tarde advirtió Massa que en un año de gestión no incorporó colaboradores de valor para atravesar situaciones críticas, que confió demasiado en sus propias habilidades y que ese personalismo no lo condujo a estabilizar la economía. Y que la inflación, el dólar, la caída en la actividad y otras penurias del rubro lo condenan, siempre según los expertos, a salir segundo en un eventual ballotage si llegara a participar. Aun si ganara el próximo 22 de octubre. Es que mucho más de la mitad del país no lo reconoce en el vagón que comparte con Cristina, Alberto Fernández y La Cámpora que más de una vez desprecio.
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