Era un aventurero excéntrico, un trastornado de la economía que hablaba con los perros. Así lo describía el poder mediático, el mismo que cambió desde el último fin de semana al ocurrir la transformación mesiánica: por arte del birlibirloque electoral, ese alborotador escaló al primer círculo de la Divina Comedia, donde se alojan los máximos grecorromanos de la política, según Dante.

Casi sin leer a Aristóteles, se convirtió en un Talleyrand del subdesarrollo que espera aplicar una frase robada al cínico francés: “Nadie puede sospechar cuantas idioteces políticas se han evitado por falta de dinero”. A esa austera corrección se debe Javier Milei, nuevo Presidente argentino, la razón por la cual lo votó una multitud extraordinaria.

No es la única metamorfosis: ahora se exalta la hazaña de Mauricio Macri, quien salió último con Patricia Bullrich y quedó primero con el nuevo mandatario. En cuestión de días. Ni Houdini. Además, con la genialidad económica de no gastar una moneda si es cierta aquella versión de que Sergio Massa le pagaba la campaña a Milei. Lo gracioso es que el beneficiario del premio final fue el mayor enemigo de “Ventajita”, el mismo ingeniero boquense que viajó a Qatar para conseguir una fortuna y asegurarle a los votantes de su club que la invertirá en una nueva cancha, si lo eligen a principios de diciembre como vicepresidente.

País asombroso, ya que en este registro de mutaciones portentosas se debe incluir el incierto destino del vencido Massa: era el hombre más poderoso del país y, de repente, por la misma magia comicial del domingo, carece de domicilio político o territorio, ni un gobernador o intendente que lo albergue, hasta debe vivir en una casa en paraje hostil, en un Tigre que lo desdeñó en votos.

La asociación Milei-Macri comparte criterios, no necesariamente nombres. Por ejemplo, el ex Presidente formuló observaciones sobre Guillermo Ferraro, nuevo titular de Infraestructura (se acaba de internar 4 días en Cemic por una complicación estomacal). Protestas por fallas en la fiscalización, a pesar del triunfo. Insólito. Para frenar andanadas, Milei mandó a su futuro ministro a entrevistarse con Macri y despejar dudas sobre algún tropiezo pasado, cuando acompañó al ingeniero en la obra pública de la Municipalidad porteña.

Ahora, también prospera el debate por el volumen gigantesco del nuevo ministerio, en detrimento de la cartera de Economía, cuya principal misión será ejecutar la reforma fiscal. Casi único. Un nudo gordiano para Milei el acoso a Ferraro, operativo que culminó con la formación de un scrum: junto al bombardeado ministro, se alinearon su colega de Interior, Guillermo Francos (hoy buscando a su familia en Washington) y el jefe de Gabinete, el influyente ingeniero Nicolás Posse. Dicen que el trio se juramentó renunciar si Macri imponía a Guillermo Dietrich en el futuro gobierno. De ahí que el boquense ni propuso a Germán Garavano como ministro de Justicia, a ver si se interpreta que propicia a un favorito que le limpie algunas causas judiciales.

Sí, en cambio, avaló la propuesta de incorporar como Procurador del Tesoro a Bernardo Saravia Frías, quien ya ocupó ese espacio bajo su gobierno y deberá lidiar con demandas del Estado por contratos no cumplidos.

Hay impasse, Macri regresa, vuelven a conversar y se convino en la cesación de nombramientos clave hasta el 10 de diciembre. Tiempo para el diálogo y calmar las ansias de tantos argentinos que golpean la puerta del recién elegido para salvar a la patria. Típico: Argentina al palo o, más sutilmente, Fernández Moreno en argentino hasta la muerte.

Falta, como se sabe, un acuerdo importante por la conducción de Economía, asignatura que empieza a desvelar al nuevo mandatario a pesar de sus vaticinios: a él no puede ocurrirle lo mismo que a Carlos Menem, cuando transcurrió casi dos años de gestión sin encarrilar los números presupuestarios, con alta inflación, burla a los compromisos y alquilando primero el plan de una empresa privada y, luego, reservando un ajuste o tarea sucia al riojano cantor y todo servicio Antonio Erman González. Justificó sus dos años de desatinos por provenir de un estudio de abogados.

Luego ingresó Domingo Cavallo, mejoraron los precios internacionales, la pista estaba más limpia y se convirtió en best seller su convertibilidad. Al revés de Menem, a Milei no se le excusa ningún error en Economía, menos en la iniciación: dispone de un solo tiro para matar al elefante porque se postuló como el mejor cazador.

Tal vez, ese dilema enrarece la elección del ministro, ya que al preferido presidencial, Federico Sturzenegger, lo objetaron en los mercados por lunático, según Macri, y Luis “Toto” Caputo promete ayudar pero no jurar: la esposa se lo impide (la pasó mal la pareja cuando asistió al gobierno macrista y de superestrella terminó en la alcantarilla).

Aparte de estos dos mencionados, se dificulta cualquier ingreso por la presencia ya declarada del encargado de fulminar el Banco Central, cambiar el peso por dólar, a quien le endosan una soberbia intransigencia numerosos profesionales de la economía: Emilio Ocampo, el mismo al que Milei le encomendó descargarse de las Leliqs, esa creciente y abrumadora deuda en poder de los bancos. Para el futuro mandatario es una prioridad absoluta esa resolución: le resulta imprescindible para volar luego el cepo cambiario, su posterior propósito. Un uno y dos.

Además de la mala onda entre Ocampo y Caputo, prima otra diferencia técnica: ambos pilotean proyectos distintos para diluir el peso de los pasivos remunerados, tan opuestos que hasta el menos despierto de los testigos imagina que los dos autores van a culminar a las trompadas.

Por suerte, Macri y Milei no invitan a las mujeres para este espectáculo previsible: a Patricia Bullrich se la olvidaron y a Victoria Villarruel la postergaron.

(Perfil)