Cada vez pierde más socios el Club Defensores de Guzmán. Casi en bancarrota el ministro aunque recibe préstamos internacionales y el patrocinante, Alberto Fernández, ha ligado su propia existencia al destino del economista. Es una fachada. Como si desconociera una máxima elemental: por falta de representación, territorio o pertenencia política, la mayor virtud del tecnócrata en los gobiernos es que su eventual salida no afecta la coalición oficialista. Salvo en la Argentina y a menos, claro, que la Administración se haya extraviado o carezca de sustentabilidad por una inflación excesiva (alimentos viene alrededor del 8%) y saltos del dólar a las nubes.

Como la meteorología anuncia granizo, Cristina reclama la partida de Guzmán, sus adyacencias humanas y, sobre todo, el cambio de la política económica negociada con el FMI. Leer, si se puede, últimas declaraciones del confidente de la viuda, Andrés Larroque. Versión más sofisticada de Parrilli. El ministro Guzmán, entonces, está igual que Tinelli en San Lorenzo o Moyano en Independiente: al borde del abismo.

La vice lanzó una ofensiva putinesca sobre Guzmán desde hace más de un mes. Mucho daño y poca ventaja a pesar de que el personaje agredido es menos que Mariúpol. Todavía no logró rendirlo. Claro, ella tampoco es Rusia y su ejército invasor parece la Armada Brancaleone. Extraño: se dice que es la dueña del país y no puede echar a una doméstica.

Agrega Cristina otra debilidad, se desestabiliza en lo personal: cuando escribió la explosiva carta sobre “los funcionarios que no funcionan”, a uno de los pocos del elenco que no incluyó en la lista fue justamente a Guzmán. Por el contrario, lo preservó en el discurso. Corría septiembre del año pasado. Finalmente, era un elegido suyo, recomendado del único Nobel del que puede presumir (Stiglitz) como relación amistosa. Aunque no puede enorgullecerse de sus designados a dedo: Cobos, Zannini, Boudou, Rosatti, Alberto, resultaron un fiasco. Hoy tendría el corazón roto si los hubiera elegido para compartir el tálamo amoroso.

En qué piensa Cristina

Casquivana la dama. A Guzmán le juega en contra no solo la adversa climatología económica del momento, molesta su calvicie, el estilo cansino, hasta la excusa del mal aliento. Reúne condiciones para convertirse en un chivo expiatorio, más desde que apareció el dato revelador que le modificó la estrategia a Cristina: sus encuestadores favoritos le auguran una derrota inevitable en el 2023. Para revertir o contener el fracaso anunciado, Guzmán se ha convertido quizás en la punta de un iceberg que supone también la desintegración de Alberto Fernández. Paso a paso.

Esa embestida doble se visibilizó esta semana: a los mandobles de La Cámpora sobre el ministro debe sumarse la reciente reunión del Frente gobernante en la provincia de Buenos Aires sin siquiera invitar al Presidente. Ni avisarle. Ni como titular del PJ. Es cierto que muchos intendentes no concurrieron, pero son insuficientes las ausencias si Alberto no se pronuncia.

Y el mandatario, se sabe, es un seguidor digno de la doctrina Scioli de la obediencia, sostendrá al incombustible Guzmán hasta un punto límite: ahora opera con los gobernadores para que ayuden a sostenerlo, recuerda que fueron ellos —en un intercambio cargado de dudas— quienes avalaron el acuerdo con el FMI. Les pide que sean consecuentes ante la insensatez de su Vice. Dudoso que este muro detenga a Cristina, quien va también sobre las áreas que competen a Economía y, en particular, al rumbo de la política económica. Hay criterios de interés que justifican su larga marcha para no abandonar el poder. Resumen, Vulgata periodística sobre las sagradas escrituras de la doctora:

Guzmán y el equipo aportado por Alberto con Kulfas a la cabeza no producen resultados positivos. Por su culpa, se pueden perder las próximas elecciones. Entonces, excluir a esos hombres que nos alejan del voto. Habrá que imponer sucedáneos como Axel Kicillof.
No solo se trata de nombres, también de las políticas comprometidas con el FMI. Por ejemplo, se debe impedir que haya un incremento substancial de las tarifas para no indignar más al votante. Carece de sentido electoral lo que se negocio con el Fondo.
La políticas de ahorro económico que pilotea Guzmán solo beneficia al gobierno que suceda al actual. Es absurdo pagar los costos para que otros lo disfruten, más si son enemigos. Absurdo generar la tierra prometida para quienes nos van a ganar y perseguir. Entonces, pleno apoyo a últimos bonos y subsidios a la población gracias a la gracia de la suba inflacionaria que mejora la recaudación. Aunque moleste al FMI. En todo caso, si no se revierte la tendencia, entregarle al futuro gobierno una herencia semejante a la que Cristina le dejó a Macri: tarifas y dolar atrasados.
Además, se vuelve urgente mejorar el reparto económico para la provincia de Buenos Aires, quede o no Kicillof como gobernador. Allí está nuestro destino.

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