En un mes y unas gotas, de los cuatro quedan tres. Como anticipaba Cristina con los tres tercios electorales luego de apreciar ciertos informes técnicos en los que también le advertían la derrota de su propio gobierno. Un anticipo para no dormir en paz o instalarse en el santuario de la provincia de Buenos Aires, su destino final por el próximo mandato aunque no se ensucie los zapatos en el conurbano desde hace 50 años.

Puede ser además que el próximo 13 de agosto haya una prematura definición en los partidos y, de los tres sujetos, por último, compitan dos: extraña alternativa que ofrecen estos comicios para más de 40 millones de argentinos, escasamente interesados en los episodios electorales y propensos a la desidia de la abstención o a la protesta del voto en blanco. Sin darse cuenta que desde esa fecha solo se hablará en la mesa de estos pocos personajes que hoy se entrenan para el primer match por la ocupación de la Casa Rosada.

Prescindió de un estigma elemental expresado por Néstor Kirchner: no hay que darle poder a los gobernadores. Advertencia del finado sureño que conocía la médula de esa asociación de caudillos por integrarla, los quería lejos de la Casa Rosada, y desde la Presidencia supo bloquearlos, dividirlos y atenderlos en forma radial. Pero Massa cayó en la tentación para sobrevivir, presionó con ellos sobre Cristina para voltear una fórmula acordada y negociar con Pepe Albistur (delegado de Alberto Fernández) la liquidación de Daniel Scioli candidato (sus amigos ya le han puesto precio a la cabeza del publicista marido de la Tolosa Paz).

Circulan versiones sobre ese desalojo bochornoso —fichajes, cargos, dinero, arbitrados por Juan Manuel Olmos, funcionario de múltiples residencias— que incluyó la partida del tucumano Juan Manzur y, en particular, la de un Wado de Pedro ministro del Interior, que en 4 años de reparto no juntó a un compañero gobernador fiel y hoy hace campaña por otros ignorando que carecía de altura para ser siquiera granadero.

En tiempos de carpetazos (habrá varios, dicen, en las próximas semanas), a Scioli se afirma que lo liquidaron con amenazas de escrituras provenientes del mismo gobierno y su paga Inteligencia. Parece difícil de creer esas insinuaciones con protagonistas tan honestos. No se explica, en cambio, que en ese patético desplazamiento el embajador en Brasil y nonato candidato haya aceptado mudar su sinecura por una asesoría de títulos rimbombantes a su despreciable Massa, quien dicen que si es gobierno lo nominará para Canciller.

Sabrá Dios la fantasía que el ministro de Economía también empezó a prometerles a los gobernadores con los que se acaba de reunir, forjadores de su postulación, participantes obligados de la futura campaña, encabezados por el influyente representante de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, hoy el numero uno de todos (por cantidad de diputados y senadores, inclusive por una esposa devota a Cristina que sin embargo no la sugirió para el binomio presidencial).

Sin embargo, se torna compleja la negociación con los gobernadores: la mayoría, para preservarse, ya se independizó de las candidaturas nacionales con sus propios calendarios electorales y su aporte en la campaña será solo por simpatía, benevolencia justicialista o promesas de pago. Como las que el mismo Massa le prodiga a un FMI hoy menos creyente que en otras oportunidades. Debería aprender del organismo para negociar con los gobernadores: el FMI no atiende a los deudores en conjunto, solo por separado.

Juran, con más energía ella que él, “vamos a estar juntos” después del 13 de agosto. Dudoso. También lo imaginan y sueñan sus distintos equipos de asesores,—quien no pretende un cargo público— , pero cuesta imaginar esa cordialidad luego de las afrentas de los últimos días, en los que el jefe de Gobierno decidió fulminar a Patricia vía la crítica feroz a la pasada administración de Mauricio Macri. Parece un vocero de Cristina. O de Massa, tema cuyo simple roce genera urticaria (“No soy amigo”, ahora vocifera Larreta luego de treinta años de amistad familiar con el tigrense).

Se escuda Horacio en que sus palabras cosechan voluntades del radicalismo, lo niegan en ese partido hasta de los ministerios que tuvo en la administración macrista. Fundamental para la interna ese apoyo. A menos que sea insuficiente el respaldo frente a la tendencia que favorece a Patricia en sondeos de opinión con marca registrada.

Ella, para diferenciarse de cierta ambigüedad de su rival, ya anunció que se entregará a Melconian o a Laspina como sus futuros ministros de Economía. Raro, ambos no son del todo coincidentes, menos inclinado Melconian a negociar cargos por su vínculo con la Fundación Mediterránea. Laspina, a su vez, parece entenderse mejor con Ricardo López Murphy, al que unos le asignan una embajada en Washington y otros un papel relevante en varias áreas de seguridad. Pleito a futuro.

Por otra parte, si es cierto que van a ir juntos vencidos y vencedores, nadie entiende el rol que se le asigna al ex ministro Hernán Lacunza y su propio team en esa componenda, ahora auxiliando a Larreta. Demasiados para una misma silla, a menos que haya más de una silla. Pero ninguno de los protagonistas está a favor de esa posibilidad.

Más bombardeado que Ucrania, el candidato liberal ha tropezado con la consigna peronista “la organización vence al tiempo”. Aunque se supone que esa consigna no es peronista, como tantas otras. Difícil los armados de su partido por deficiencias y advenedizos en el orden territorial, se consagra Milei ahora a publicitar un imprevisto en su campaña: el fuego graneado contra quienes le imputan defectos de índole varia, de la locura a una presunta deshonestidad por la inscripción de ciertas figuras en sus listas (algo semejante a lo que ocurre en lo que él denomina “casta política”).

Afectado, nervioso, salió a responder con denuncias que incluyen nombres y apellidos, algo infrecuente en la vida política del país. Le grita a Rodríguez Larreta lo que hasta ahora no escribió ni habló Patricia Bullrich en letra de imprenta. Para la vigencia de su tercio, es vital un caudal de acompañamiento en las próximas primarias, allí tal vez se defina su aptitud presidencial. Si hasta debió pugnar con el “ingeniero” Blumberg, quien pretendía el lugar uno de la lista apartando a Benegas Lynch, al tiempo que descargaba acusaciones de diverso tipo.

Para Milei, viene la alegría de un documental sobre su vida, diferente quizás a la que empezó a circular en los medios. Tal vez sea penoso este enredo al que está sometido cuando la oxigenación política que produjo en los últimos 9 meses modificó conductas y discusiones fútiles de la política.

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