Boinas blancas para cabecitas negras, un chascarrillo ingenioso repetido en la corte de Sergio Massa por la llegada de la mayoritaria cúpula de la Unión Cívica Radical para apoyar a su candidato presidencial. Bienvenidos. Unos confesados y orgullosos por la decisión, otros encubiertos bajo un silencio vergonzante y el falso manto de la “neutralidad”. Ni que fueran suizos. Como se sabe, la abstención o el voto en blanco favorecen al candidato justicialista y, en un balotaje como el próximo 19, no se elige, se opta. Es otra elección.

Se ignora, en cambio, a quien se le ocurrió repetir el mismo trasvasamiento de los años 40 del siglo pasado, cuando una fracción del mismo partido de Leandro Alem se cobijó en el proyecto de Juan Perón a cambio de incorporar a Hortensio Quijano como postulante a la Vicepresidencia. Así, varios alcanzaron el poder (Colom, Guardo, el padre de John William Cooke) y, a esa redituable ala disidente de la UCR, entonces el general la había seducido a través de una orden a sus emisarios: “Menos la Presidencia, a los radicales ofrézcanle todo, lo que quieran”. Aún perduran esas tentaciones.

Días de moverse con cuidado

Sería injusto encasillar a Quijano & Cía. como ambiciosos de pocos escrúpulos, aunque en aquellos años se ironizaba con versos sobre los “puestos funestos” que incitaban a saltar de un bando a otro. Compitieron y ganaron junto a Perón frente a la mezcla conservadora-comunista-radical de la Unión Democrática (formula Tamborini-Mosca); la Vice le correspondió al florido Quijano, un productor agropecuario, banquero y abogado correntino que ya estaba integrado a los golpistas militares, fue el ministro del Interior de Edelmiro Farrell.

No era el único en pasarse en el partido. En rigor, había primereado un tránsfuga de menor monta en Mendoza, Faustino Picallo, al aceptar un cargo en la administración castrense encabezando una corriente de adhesiones que incluyó a un joven profesor universitario: Julio Cortázar, luego convertido en famoso traductor y escritor que al final de sus años (murió en 1984) se incorporó reblandecido a Montoneros, semejante a lo que ocurrió con la senectud de Jean Paul Sartre (“Huracán sobre el azúcar”) y el ardor de la revolución cubana.

Mucho antes de estas peripecias, en el período de la Década Infame, otros radicales se habían empezado a estimular con el cóctel de la época — nacionalista-pro Eje-fascismo-corporativo-popular— que luego Perón bautizo con su nombre. Ese ciclo nuevo, en 1935, comenzó desde la yrigoyenista FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) con Arturo Jauretche entre otros. Tan UCR era esa formación que sin carnet no se podía pertenecer, como le ocurrió a quien se identificaba o guiaba a FORJA: Raúl Scalabrini Ortiz.

Nadie conoce hoy los “puestos funestos” que podría conceder Massa a los radicales, ni siquiera si obtendrá fotografías con quienes lo apoyan. Tal vez una instantánea con Gerardo Morales, difícil en cambio con Ernesto Sanz. Son ejemplos de una doble actitud, del escenario y la trastienda. Con Javier Milei se quedan Federico Pinedo, Luis Petri, Laura Alonso y, suponen, una base de votantes que se niega a inscribirse en el massismo kirchnerista, sociedad a la cual el ex Vicepresidente Julio Cobos niega con intensidad: “Massa es solo Massa, sin Cristina”, afirma.

La voracidad por los cargos tradicionalmente demandados por la UCR, en este caso, permanece oculta. Al revés de lo que ocurre con el macrismo y la posesión de la fuerza encabezada por Javier Milei: demasiados encontronazos entre las partes debido a que se le atribuye a Macri una influencia tipo El Padrino y una voracidad inagotable de sus seguidores para acompañar al candidato: la lista de ministeriables macristas tropieza con los ministeriables que ya había dispuesto el economista.

Aparecen áreas de interés para Macri (Salud) y voluntad para elevar a categorías superiores a cercanos como Francisco Cabrera, Germán Garavano, Guillermo Dietrich, Hernán Lombardi. No hay entendimiento sobre el titular de Economía, Macri —en representación de Patricia Bullrich— recomendó a Luciano Laspina mientras Milei se tienta con Federico Sturzenegger (de Carlos Melconian no se habla, algunos dicen que está en la pantalla de Massa). Sobre un ya designado no habría dudas: Emilio Ocampo, Banco Central.

Sin disparar un tiro, Massa derribó el muro de Cambiemos

Reina espíritu de cofradía, hoy se volverían a reunir, gracias al pegamento de Patricia Bullrich: fue ella la que habló con Milei para organizar un encuentro después de su propia eliminación, la que habló con Macri convirtiéndolo en anfitrión en su misma casa.

No es novedad que ella llegó con Petri, sumaron a Ritondo y Santilli —quien al día siguiente tuvo un altercado con su jefe Horacio Rodríguez Larreta por entusiasmarse en esa cita— y, del lado de La Libertad Avanza, concurrieron el libertario y su hermana Karina, quienes se olvidaron de invitar a la otra integrante del binomio, Victoria Villarruel: una falta de educación que tal vez se reproche si un día ambos trepan al gobierno (no olvidar que, en ese caso, ella será Vicepresidente y responsable del Senado).

Hubo quienes plantearon que fue Patricia la que organizó todo, pero la organización correspondió a Macri. Se notó en la reunión: no hubo cena, sándwiches, bocaditos o masitas. Apenas una Coca-Cola Zero para cada uno. Típico del dueño de casa, austeridad extrema, se estima que hace más de 4 años que invitó por última vez a comer milanesas.

(Perfil)