Metamorfosis: proceso en el que Javier Milei incurre desde que se hizo cargo del gobierno. En apenas 72 horas, nuevas relaciones, cambios de identidad, omisiones deliberadas, adaptación al obligado lecho de Procusto que exige la Presidencia. Una tortura, al margen del placer de vivir con la realeza. Ocurre que debe investir a gente que lo atacaba o presidir un gabinete sin ningún miembro adherente a su filiación liberal libertaria, más obedientes que hermanos de secta.

En este transformismo presidencial pasa también por su propio abandono a emblemas de vida profesional, como la dolarización, la baja de impuestos, el fin del estatismo o el desalojo del Banco Central. Por citar algunas. No es traición a sus principios ya que su nueva actividad, la política, descree de ese término, y el ejercicio del poder demanda otras condiciones de las que carecía como aficionado. Nada nuevo. Les pasa a todos al inaugurar los gobiernos, aun a los que se creen diferentes.

Pero ese travestismo forzado no alcanzó todavía otro punto básico que llevaba en la mochila: la reducción del gasto público. Luego de los últimos anuncios económicos y financieros esa prioridad parece conservarse en Milei, la misma que siempre lo acompañó y lo hizo famoso con slogans como el “afuera” a los ñoquis o “el fin de la casta” a las sinecuras políticas.

Empieza otro relato

El viento por ahora favorece su nave: los mercados, efímeros, respaldaron un núcleo de medidas desordenadas que lanzó el ministro Luis Caputo luego de grabar dos veces su mensaje: se atribuyó a una falla técnica el fracaso del primer intento, otros ya le endilgan correcciones de la hermana del mandatario, apoyada por el comunicador en jefe Santiago Caputo.

Cierto o no, Karina ya frenó a más de un ministro con pretensiones superiores —tuvo que intervenir el mismo Milei para apagar el fuego de una discusión— y trascendió el bloqueo que le impuso a la vicepresidente Villarruel por avanzar en terrenos no asignados. Aunque no muerde, viene a ser el quinto mastín inglés que protege al mandatario: debería tatuarse en el bastón presidencial.

Difícil saber si ella procedió para bajarle la estatura al responsable del Interior, Guillermo Francos, quien le pasó a su colega Caputo la tarea de lidiar económicamente con los gobernadores. Al recortado ministro le dejaron Migraciones y alguna otra chuchería y que, de vez en cuando, le hable al periodismo. Recomendación de Santiago, el otro Caputo, quien lo estima como optimo comunicador, igual que a Diana Mondino, aunque a veces ella se excede y mezcla el precio de las hortalizas con el vínculo con China o los Estados Unidos.

Al travestido gobierno la Canciller le genera más contradicciones: prometió que no habría embajadores políticos y la lista hoy es interminable, pongan plata o fama. Se le reconoce a Mondino, sin embargo, una contención: le limitó a Milei sus extremismos orales con gobiernos que no tolera, de Brasil a Rusia.

La incógnita novedosa es la designación de Silvestre Sívori, un joven abogado, en la cúpula de la Inteligencia (AFI). Amigo de algún influyente, parece que sabe menos que un periodista sobre un tema tan delicado que implica situaciones conflictivas con otros países. Quizás sea un funcionario prudente aunque, para evitar complicaciones, ya no le informará al Presidente como hacían sus antecesores: sus cuentos e informes serán recibidos en exclusividad por el jefe de Gabinete, Nicolas Posse, otro privilegiado en la cumbre.

Bienvenidos al Paraíso

Para el optimismo financiero, empieza un nuevo carry-trade con los pesos de imprecisa duración: siempre habrá apoyo cuando se garantiza cómo ganar plata. Podría ser una repetición de aquellos tiempos de Federico Sturzenegger y buenos dividendos, hoy clave en la cercanía de Milei, siempre proclive al “fogonazo” inflacionario que ahora se ha provocado con alto riesgo, quien soñaba con la desaparición del billete como moneda y pensaba en un peso cada vez más fuerte y poderoso que cualquier otro activo externo.

Ahora puede pensar en lo mismo si se cumple el noble objetivo de secar al infinito la plaza de pesos. Todo lo opuesto, obvio, al inicial propósito dolarizador. Cuestiones de la vida económica. Como la eliminación prometida de todos los subsidios, o ignorancia del anuncio que no contempla las audiencias públicas, algunas leyes y hasta a la Corte Suprema. Ya se vio esa torpeza con Aranguren.

Hay felices con el nuevo paquete anunciado por el ministro Caputo, superior en su infradevaluación a la que realizó Eduardo Duhalde al principio de su gobierno. Beneficiario: el campo. A pesar de lo que opinaba el massista titular de la Sociedad Rural, quien temía al aterrador fantasma Milei antes de las elecciones. Ni visionario, ni iluminado. En un año, el sector superó a la inflación, pasó de un dólar de 180 a otro de 840, cuatro veces. Nada mal, aunque las letanías camperas abundaran como siempre. Además, se anunció el fin de las retenciones en un futuro próximo.

Al revés de estas ventajas del agro, el bramido mayor vendrá de los industriales: ahora importan a 950 y exportaran a 650, las automotrices con sincope nervioso. Claro que se favorece la recesión, un objetivo del mismo Milei quien auguró como un terrorista inflación más recesión (stagflation). Conjunción que, además, grava la continuidad de diversos sectores que posiblemente sean arrasados —con razón— por la libertad de la competencia exterior. A saber: difícil estar en los zapatos del calzado, destino tan ingrato como el del rubro textil. Habrá más inscriptos en esa fila del matadero.

Se encuentran entusiasmados, en cambio, aquellos importadores a los que se les acaba de consolidar la deuda sin revisar los papeles de origen: el Banco Central les pagará dólar de 350 a quienes compraron aviones de recreo o automóviles de gama excelsa. Caviar para los opositores que empezarán a aparecer por la tele y seguramente van a inscribirse en la larga marcha del 20 de diciembre, cuando algunos observan esa convocatoria como el primer test que tendrá Milei en la calle. La Argentina repetitiva.

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