Tras ir perdiendo en el inicio del juego, el seleccionado argentino de fútbol se impuso 2-1 frente a Bolivia y sumó su segundo triunfo en las eliminatorias sudamericanas rumbo al Mundial Qatar 2022. Marcelo Martins abrió el marcador, pero Lautaro Martínez y Joaquín Correa marcaron para darle la victoria al equipo de Lionel Scaloni en el estadio Hernando Siles de la capital boliviana, ubicada a poco más de 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar. Una historia que se inició hace 48 horas y terminó con un gran éxito que rompió prejuicios, esquemas y rachas.

El cuerpo técnico argentino quemó todos los libros para ganarle a Bolivia como visitante, una tarea que no se cumplía desde hace 15 años. A diferencia de lo que se había hecho en las últimas cinco presentaciones por Eliminatorias, Scaloni decidió viajar 48 horas antes del partido a La Paz, entrenar el lunes en territorio boliviano y apostar por una rápida adaptación de los jugadores argentinos. Y la jugada le terminó dando el resultado esperado, aunque necesitó cambiar sobre la marcha: tras un primer tiempo con dificultades, lavó la imagen inicial, se recuperó, basó su juego en sus figuras y consiguió un trabajado triunfo por 2-1. Así, ganó los dos partidos de la doble fecha, tras vencer 1-0 a Ecuador en el debut en la Bombonera.

El duelo estuvo lejos de ser fácil o accesible para la selección, a pesar de la abismal diferencia de talento entre los planteles. Y los primeros 45 minutos terminaron siendo un laboratorio de prueba para entender lo que había que hacer en el complemento. A pesar de que en el parado inicial la Argentina se posicionó 4-3-3, el esquema que estuvo en funciones desde el primer minuto fue un 4-4-1-1 que mutaba a un 4-4-2 según la posición de Lionel Messi y Lautaro Martínez, los únicos delanteros.

Con Rodrigo De Paul y Lucas Ocampos por los costados, más Leandro Paredes y Exequiel Palacios de interiores, al no poder presionar tal como buscó hacerlo frente a Ecuador, el problema central del equipo en el primer tiempo fue la ocupación de los espacios y la retrasada posición de la línea de fondo. Debido a eso, por momentos volvió a ser un equipo muy largo, como frente a Ecuador, y le ofreció a Bolivia facilidades para atacar, al punto tal que la apertura del marcador llegó a los 24 minutos en un contragolpe tras una larga corrida de Ocampos, que terminó perdiendo la pelota en el área rival.

El equipo de Scaloni quedó con seis jugadores en campo boliviano y en tan solo tres toques Bolivia marcó el 1-0: Diego Wayar salió con la pelota en el área y abrió con Alejandro Chumacero, quien recorrió toda la banda izquierda desde su campo con total libertad y envió un certero centro a la cabeza de Martins, muy bien ubicado a la espalda de Martínez Quarta. Una jugada tan evitable como problemática.

Pero cuando la Argentina pudo acercar a sus defensores con los mediocampistas y se volvió un equipo más compacto, ubicado en menos metros, se acomodó mejor para dar pases cortos y empezar a construir de atrás hacia adelante, sin la necesidad de trasladar en demasía ni correr con la pelota sin poder generar conexiones. Allí apareció la figura de Exequiel Palacios como conector fundamental. El volante de Bayer Leverkusen fue el jugador que mejor entendió el partido: aportó recuperación, claridad, creatividad, despliegue, inteligencia y su característica precisión para pasar la pelota y asistir a sus compañeros. Simplificó lo que parecía difícil.

De sus pies surgieron las acciones más peligrosas de la selección. Y así llegó el empate, después de dos remates de Leandro Paredes de media distancia que se fueron desviados. En un contragolpe, Palacios encabezó el ataque y asistió a Lautaro Martínez, quien desbordó, tiró un centro atrás errático y luego tapó el despeje de José Carrasco. La fortuna estuvo de su lado porque la pelota venció a Carlos Lampe y el atacante de Inter de Milan marcó el 1-1 a pura potencia y optimismo para lograr su décimo gol en 19 presentaciones.

El gol fue una bocanada enorme de aire para la selección, que en el segundo tiempo mostró una mejor cara, tuvo el equilibro que le faltó en la primera parte y se basó en su desequilibrio individual para poder ganar el partido. La selección comprendió mejor cómo posicionarse en el campo y cómo lastimar a un seleccionado boliviano endeble, previsible y sin estrellas. Y logró potenciarse desde los destellos de Messi, quien terminó redondeando un mejor partido en La Paz que en Buenos Aires.

Esa fuerte mejoría colectiva se pudo evidenciar en pilares fundamentales para ganar los tres puntos: además de la categoría de palacios, la sociedad Messi-Lautaro en ataque terminó siendo la llave del triunfo. En un gran segundo tiempo de ambos, a los 29 minutos armaron una gran jugada por la derecha que derivó en un potente remate de Martínez, que tapó Lampe y pegó en el palo. Y a los 34, se combinaron para dejar en soledad a Joaquín Correa, quien había ingresado para jugar la última media hora en lugar de Ocampos y terminó siendo la salvación: con fuerte zurdazo, marcó su segundo gol en cinco partidos con la albiceleste y el primero en su segundo juego oficial, después de haber sumado solo dos minutos frente a Uruguay en el 0-0 de 2017.

La selección hasta estuvo cerca de marcar un tercer gol, pero logró cerrar un triunfo trabajado que termina siendo merecido: intentó hasta el cansancio para poder sobreponerse a la altura, pisar fuerte en La Paz y marcar la gigantesca diferencia de jerarquía frente a un seleccionado boliviano muy inferior. A pura categoría, y corrigiendo los errores iniciales, la Argentina ganó su cuarto partido en 11 presentaciones en La Paz por Eliminatorias, aplastó las conjeturas previas y se llevó tres puntos de oro para el sueño mundialista.